B/Si reparamos en las características, en las estructuras que le dan forma a estas viejas reuniones culturales, podemos detectar dos influencias que fueron -alternativamente- básicas en su génesis. En los comienzos de la centuria, todavía en tiempos coloniales, los contertulios del café Del Comercio respondían en su costumbre coloquial posterior al teatro a una tradición de cepa hispánica, que venía de las viejas tabernas de la península y que había tenido su momento de esplendor a partir del despotismo ilustrado de Carlos III, cuando Madrid se moderniza y surge la costumbre del café.
Pero la independencia, y el romanticismo imperante, llevarían el interés y las miras de la nueva juventud ilustrada hacia Francia. El "salón literario" de Marcos Sastre posee desde su propia denominación mucho de parisién, aludiendo en ella a los salones dieciochescos donde triunfó la Ilustración; pero seguía subyacente en esa peña -como en otras, montevideanas, realizadas en
librerías- una raíz bien española. Va a ser durante la Guerra Grande cuando la incidencia de lo francés se volverá intensa, desde el momento en que una fuerte población gala poblaba incluso entonces la ciudad sitiada.
Será definitivamente parisiense en sus rasgos más notorios el café posterior al medio siglo, y esa tendencia seguirá agudizándose hacia el 900 (tal como, en lo estilístico, es posible comprobar observando los contados exponentes del siglo anterior en el ramo cafeteico que van quedando). Paris comenzó a ser el punto de referencia, el modelo, la meca cultural, para una élite que devoraba los libros que de allí venían. Las formas de vestir, los gestos, el romanticismo ambiental y literario, iban a ser también fuertemente impactados por esa influencia.
No obstante esto, la soterrada corriente hispánica se mantuvo en la conformación de nuestras tertulias, asomándose claramente como pudo ser el encuentro en lo de Barreiro, o en una combinación de ambas líneas como en el caso del incipiente Tupí Nambá y su parroquia. La Generación del 900, tan "francesa" en lo evidente, recibiría de todos modos -en armoniosa amalgama-una tradición que incluye las dos filiaciones por igual, constituyéndose uno de los tantos y fecundos ejemplos de ese saludable sincretismo que es tal vez la única raíz uruguaya. |