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Poesía para después del invierno
Reseña literaria de Alejandro Michelena
alemichelena@gmail.com

 
 

En la Feria del Libro de Buenos Aires se dieron, durante todos los días en que se pudo visitar, muy variados acontecimientos culturales. Desde presentaciones de libros y revistas a conferencias científicas, de diálogos de escritores notorios con el público a debates relacionados con diversos temas vinculados al libro. En algunas jornadas llegó a ser tal la proliferación de actividades, que el público interesado debía elegir necesariamente, y a su pesar, casi siempre sacrificando algo que valía la pena.

En una de esas oportunidades, asistimos a la presentación conjunta de unos cuantos libros, editados por José Luis Mangeri, un hombre que ha tenido mucho que ver desde hace años con la difusión de la poesía argentina. Entre los autores estaba nada menos que Francisco Madariaga -uno de los valiosos cultores del surrealismo argentino-, con una vasta trayectoria, y también poetas más jóvenes como Daniel Freidemberg, quien fue desarrollándose fundamentalmente en la última década.

Mangeri comenzó diciendo: "Los poetas y escritores desde el inicio del país fueron perseguidos y maltratados, muertos o condenados al destierro. En las épocas de Echeverría, de José Hernández, de Guido Spano. Y en la historia reciente nuestra los poetas asesinados como Urondo, como Santoro, como Miguel Ángel Bustos. O los poetas condenados al destierro que parecería a perpetuidad, como es el caso de Juan Gelman. Y los que se quedaron en el país sufriendo un permanente destierro interior". De alguna manera, en estas palabras se sintetiza el estado de espíritu de todo un fragmento de la intelectualidad argentina actual, conmovida por lo sucedido en los años terribles de la dictadura, y dispuesta a reconstruir pero no desde el olvido sino desde la justicia, el recuerdo vital y creativo de los caídos.


Responden al mismo ánimo, las expresiones de Daniel Freidemberg, a propósito de la génesis de su libro, Diario en la Crisis:

"Alguna vez leí que los poetas no tienen biografía, que su biografía está en sus poemas, que lo que no dice el poema nadie lo puede decir. De todas maneras, algo podré decir sobre mí, y también sobre cuáles son las posibilidades (quizá haya que decir, más bien, las imposibilidades) de la poesía argentina. Creo que mi historia, como autor de poemas, tiene que ver con la historia del país, y de alguna manera se resume en este libro mío que, nada casualmente, se llama Diario en la crisis. Lo comencé a escribir en 1975, por lo tanto es subjetivo lo del título. Se me ocurrió en realidad por el primer poema. Tenía que ver con una crisis personal, y además con una crisis no de la escritura sino de una manera de escribir. Ya no podía seguir escribiendo de la misma manera y todavía no encontraba el lenguaje para hacerlo de otro modo. Eso fue lo que me llevó a usar este título, más allá de que también tenga que ver con aquello que decía Roberto Juarroz: toda poesía es crisis. Por supuesto que no dejaba de tener en cuenta las connotaciones que tiene entre nosotros la palabra crisis, refiriéndola a un contexto más amplio, aunque en ese momento esto no fue lo predominante. Pero sucede que, hace pocos meses, revisando las pruebas do este libro, leyéndolo de corrido (habría que aclarar que este conjunto es el resto que fue quedando de varios libros proyectados), me sorprendí bien y mal por una cierta unidad que encontré. Había en él una gran homogeneidad, pese a que yo temía que pudiera tener una tremenda heterogeneidad, y esa homogeneidad estaba dada por un cierto clima, una cierta pesadumbre, un aire de encierro. Un amigo que me estaba ayudando a corregirlo, Juan Carlos Martini Real, me decía: Esto es muy denso, esto es muy doloroso. A él le dolía leerlo. Y de golpe me plantea: lo que pasa es que vos estás sacando afuera tus muertos. Y resulta que no hay en el libro ni un solo poema en que se hablara de gente que hubiera muerto en estos años. A mí me asustó su afirmación, porque en realidad todo el libro está referido a una situación de imposibilidad, de tratar de hallar algún resquicio, alguna luz, algo a qué aferrarse en un entorno en el que ya casi nada significaba, o donde la significación posible era la de peligro o la de muerte. Creo que lo que mejor podría explicar qué es lo que intenté decir son de pronto las citas del libro; por ejemplo, la de Francisco Madariaga, que expresa: "La poesía, a veces una imagen de narración para aquello contra lo cual se cometió algún tipo de pecado"; o la de Joaquín Yanuzzi que dice: "Un individuo seco, tabacoso y argentino, procurando instalar una fe en algún retroceso de su batalla mental".

Alejandro Michelena
alemichelena@gmail.com

 

Parte sustancial de crónica publicada, firmada con el seudónimo Daniel Bastarrica, en el suplemento Espectáculos del matutino La Hora, el sábado 7 de junio de 1986.

 

Texto cedido por el autor en formato papel de diario. Escaneado e incorporado a Letras Uruguay, por su editor, el día 13 de febrero de 2014.
 

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