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Piria: empresario y Alquimista
Alejandro Michelena

Francisco Piria cumple en el "imaginario" uruguayo roles diversos. En primer lugar es el ejemplo más claro del empresario emprendedor y productivo de fines del siglo XIX y comienzos del XX. Pero también fue un pionero, un visionario, y una figura nimbada de misterio y vinculada a la alquimia

Pina fue pionero en la venta a plazos de terrenos. Compraba, allá por los años de 1890, tierras baratas en zonas suburbanas y hasta rurales; las fraccionaba y creaba barrios nuevos al alcance de los bolsillos populares. Su gran aliado fue el tranvía eléctrico, que unió esas urbanizaciones con el Montevideo céntrico. Así fue que nacieron Belvedere, Nuevo París, parte de La Teja, Pérez Castellano, Porvenir, Jardines del Hipódromo, Jacinto Vera, La Comercial y decenas de otras barriadas. Como rematador -el primero en utilizar publicidad masiva- hizo mucho dinero.

Pero fue también pionero en otro rubro. Compró una estancia costera, cercana a la localidad de Pan de Azúcar, y en lugar de dedicarse a la producción ganadera apostó a la explotación de las canteras de granito del cerro del mismo nombre. Construyó un puerto, y desde allí envió su producción a Buenos Aires y Montevideo, multiplicando de esa forma –en carácter de proveedor de adoquines para calles y avenidas- su ya considera­ble fortuna.

Cuando su industria de adoquines estaba en el mejor momento, tuvo la ocurrencia de construir en la costa, frente a su establecimiento, un balneario al estilo de la Costa Azul francesa. Hay que tener en cuenta que mientras en Montevideo, Ramírez y Pocitos recién surgían y Carrasco era sólo arenales, él construyó la rambla y el Hotel de Baños, instalando equipamientos que fueron modelo en su momento. Paralelamente comenzó a traer en barco desde Buenos Aires a cientos de veraneantes, que ni siquiera pasaban por Montevideo. También en ese emprendimiento logró un éxito rotundo.

En años más recientes, la figura de Francisco Piria comenzó a tener otro perfil que a muchos pudo resultar insólito. Nos estamos refiriendo al Piria "alquimista". Se han escrito decenas de artículos analizando la relación del creador de Piriápolis con ese antiguo conocimiento. Tanto su palacete montevideano (actual sede de la Suprema Corte de Justicia), como el castillo que -años antes- había construido cerca del Pan de Azúcar, muestran símbolos y signos que remiten a los saberes esotéricos. Los entendidos en esas materias afirman que en toda la geografía de Piriápolis aparecen -mimetizados en edificios y monumentos- los pasos e instancias del trabajo alquímico.

No faltan por ejemplo las esfinges, que remiten a lo enigmático y también a la sabiduría esencial de la Naturaleza. Tampoco están ausentes los leones, -emblemas del fuego alquímico-, números significativos y hasta un Ave Fénix, símbolo del renacer. La propia orientación del castillo respeta las corrientes magnéticas planetarias, como lo hacen las grandes catedrales góticas.

Alejandro Michelena

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