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Los orígenes de la nacionalidad uruguaya, de Carlos Real de Azúa.

Arca, Nuevo Mundo, Instituto Nacional del Libro, 1990 (472 págs.).

 
 

Necesaria revisión de las raíces
Reseña literaria de Alejandro Michelena
alemichelena@gmail.com

 
 

En un país que le ha exigido, en muchos momentos y en variadas circunstancias, perspectivas disciplinarias múltiples a sus intelectuales más capaces, Carlos Real de Azúa fue un caso —insular e inusual— de variedad de líneas asumidas de modo vocacional. Lo más interesante es constatar, más agudamente así pasan los años, que su obra ha dado frutos ciertos en todos los caminos emprendidos (que incluso alguno, como la ciencia política, lo tuvo en principio casi como pionero en este medio).

Así es que tenemos un Real que ha incursionado con eficacia en las ambigüedades de la teoría literaria, en los problemas de la educación secundaria y universitaria, en el ensayo como género por estas playas (sus cultores y alcances), en la no siempre visible historia de las ideas.

Todo esto tal vez no fuera tan claro en vida del autor como lo es ahora, cuando numerosos y fundamentales trabajos inéditos suyos están siendo editados. El último de ellos ha sido —por iniciativa de Arca, sello que hizo conocer hace un tiempo atrás en volumen varios escritos antes difundidos en su mayor parte en páginas perecederas de la prensa— Los orígenes de la

nacionalidad uruguaya, primero y único tomo concluido de una obra de más ambiciosos alcances en tomo a nuestra identidad como nación. Culminada su escritura en 1975, en plena euforia uniformada en tomo a la "Orientalidad", llega, como la parte mayor y más sustancial de la ensayística de Real de Azúa posterior al año 70,  con un atraso penosamente normal en el Uruguay (que sería inconcebible en otros contextos, sobre todo en referencia a un intelectual de esta importancia y habida cuenta el levantamiento de todo tipo de "veda" ideológica desde 1985).

Más que de historia en el sentido más estricto, se trata en este caso de un intento de critica historiográfica en torno a todas aquellas perspectivas del pasado nacional que cimentaron la visión insular, excepcional, casi providencial, que del Uruguay se tuvo mayoritariamente desde los finales del siglo pasado hasta la mitad de éste. Lo que preocupa a Real en este libro —polémico por cierto, pero fundamentado, matizado, difícil como todos los suyos por la escritura compleja y nada complaciente— es despejar, a través del análisis y el cuestionamiento riguroso, todos los mitos engañosos en relación al origen del país, sin caer en ningún momento en simplificaciones que supieron tener su cuarto de hora al filo del sesenta,  que nos hacían derivar exclusivamente de un designio de la cancillería británica.

Y logra su objetivo, sobre todo desmontando viejos sofismas, aventando lugares comunes de muy venerable tradición, y más que nada dejando en los lectores de hoy el necesario planteo del problema del origen en cuanto desafío de futuro. Como en sus mejores páginas, en el núcleo de Los orígenes de la nacionalidad uruguaya, lo que importa es generar la inquietud ante lo problemático y no las soluciones absolutas.

En la introducción al libro justifica la magnitud de la tarea emprendida, de este modo: "Aunque la historia fuera —como lo es en grado relativo— "la "magister vitae" del aforismo antiguo es desde el presente, no desde el pasado, que brota la urgencia de necesitar tales lecciones; es hacia el futuro, no hacia el pasado, que se dibuja en el horizonte la asequibilidad de determinadas y valiosas conquistas". Y su revisión critica, impiadosa pero justa, de las posturas históricas que van de Carlos María Ramírez y Francisco Bauzá, pasando por Pablo Blanco Acevedo y culminando en Juan Pivel Devoto, parte sin duda de esa necesidad de asumir —en lo presente y hacia el futuro— una historia de transparencias y veracidades, sobre todo en el agitado y mitificado periodo que va de la gesta artiguista a la Convención Preliminar de Paz de 1828.

Levantados los velos —con el rigor que le caracteriza, con la fundamentación documental debida y algo más, con sobre todo una prosa disfrutable como pocas en el género historiográfico— queda el lector ubicado frente a una nueva hipótesis en cuanto a nuestro origen: las posibles opciones o caminos que entonces hubo, la consecuente falta de conciencia de quienes vivían aquel presente en relación al Uruguay, país autónomo.

En suma, una obra imprescindible para los estudiosos de la historia nacional, inevitable para los particularmente interesados en las ideas y estilo de Real de Azúa, aprovechable además para todo aquel al que inquiete el país más allá del presentismo y lo coyuntural.
 


 

Alejandro Michelena
alemichelena@gmail.com

 

Reseña crítica aparecida en la página de Cultura del diario La Hora Popular, en el mes de marzo de 1991.

 

Texto cedido por el autor en formato papel de diario. Escaneado e incorporado a Letras Uruguay, por su editor, el día 15 de febrero de 2014
 

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