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Algo más que una comedia: la última película de Almodóvar
Mujeres al borde de un ataque de nervios
El arribo a nuestras salas oscuras de "Mujeres al borde de un ataque de
nervios", vino precedido por torrentes de comentarios acerca de la
película y de su autor, que en el presente está considerado como uno de
los más interesantes realizadores españoles.
En "Mujeres al borde...", Almodóvar, concentra su proteica, heterodoxa
experiencia anterior, al servicio de una válida propuesta de vocación
popular. A esos efectos, toma por modelo la comedia brillante de los
años cincuenta, y le agrega los toques de buscada cursilería, ironía,
melodrama y pastiche, que también se encuentran —en clave dramática— en
"Matador". Está muy presente además su regusto por el cine, con decenas
de citas, insinuaciones, referencias, que van desde los enredos del cine
mudo a las típicas comedias con Doris Day, del "suspense" a lo Hitchcock a la directa presencia de secuencias fílmicas (como la de "Johnny
Guitar", de Nicholas Ray, con Joan Crawford y Steriing Hayden, que
"doblan" los personajes). Pero lo interesante de "Mujeres al borde de un ataque de nervios", está en esos detalles, que la transforman en mucho más que la buena comedia que no deja de ser. Son muchas las apelaciones y guiñadas para un espectador atento. Desde el comienzo, pautado por un bolero mexicano en el audio, de irremediable aroma del 40, mientras los créditos van apareciendo entre un "collage" de figurines de moda de los 50. |
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De esa manera Almodóvar introduce un juego adicional —que se extenderá a todo el filme— para veedores alertas: el veterano ex amante de la Pepa (Fernando Guillén) resulta algo así como un espectador atento. Desde el comienzo, pautado por un bolero mexicano en el audio, de irremediable aroma del 40, mientras los créditos van apareciendo entre un "collage" de figurines de moda de los 50. De esa manera Almodóvar introduce un juego adicional —que se extenderá a todo el filme— para veedores alertas: el veterano ex amante de la Pepa (Fernando Guillén) resulta algo así como un promedio del típico galán de Hollywood de la mejor época (en vestimenta, expresión, porte y voz), que no por casualidad tiene como profesión el doblaje de viejas películas; el taxista afecto al mambo, con el cual se encuentra la protagonista a cada rato, es casi una caricatura de cierto "look" juvenil de la década de los cincuenta (incluido el "kitsch" perfecto de la decoración de su coche); los atuendos que luce la no muy sensata ex mujer de Iván constituyen un caótico "revival" donde se entremezcla el año 65 con el 75. |
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Una de las constantes de la película es la sicología femenina. Para dar
énfasis al enfrentamiento dialéctico (y a veces de hecho) al que somete
Almodóvar a sus criaturas, se tomó el trabajo de elegir en algunos casos
figuras y rostros insólitos, casi increíbles, como por ejemplo el de la
novia del hijo del ex amante (no falta en esa galería la cara y la
vocecilla de Chus Lampreave, veterana actriz que en este caso compone
una portera digna de la desmesura que la rodea). |
Crítica de
Alejandro Michelena
alemichelena@gmail.com
Texto publicado, originalmente, en "La Hora" (Montevideo), 21 de febrero de 1989
Cedido por el autor en formato papel de diario. Escaneado e incorporado a Letras Uruguay, por su editor, el día 10 de mayo de 2013.
Ver, además:
Alejandro Michelena en Letras Uruguay
Editor de Letras Uruguay: Carlos Echinope Arce
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