Desde hace un año y poco se ha venido dando a conocer parte de la
producción que en los últimos tramos de su vida acaparó la atención y
los esfuerzos del gran crítico y estudioso de las letras Ángel Rama. Ese
esfuerzo editorial ha sido realizado por la fundación que lleva su
nombre, y cuenta por el momento con un titulo anterior, La ciudad
letrada, y otro posterior al que nos ocupa que es algo así como una
guía o índice del profuso material de Rama que está disperso en
periódicos y revistas (se trata de un aporte sumamente valioso, dado que
el autor fue por décadas, y fundamentalmente en su etapa montevideana en
Marcha, un cultor de lo que Alberto Zum Felde llamaba "la
crítica militante").
En Las máscaras democráticas del Modernismo, se continúa de
alguna forma la reflexión iniciada en La ciudad letrada, o sea el
análisis de los elementos conceptuales, ideológicos, estéticos, que
conformaron en el siglo XIX a los sectores de la intelligentzia
de las noveles repúblicas latinoamericanas. En este caso, Ángel Rama
buscó de alguna manera una continuación al otro texto, avanzando sobre
el fin de siglo y encarando el fenómeno del Modernismo.
Lo más interesante es que –se compartan o no todos sus presupuestos y conclusiones- lo que logra este ensayo es mucho más que realizar una nueva valoración literaria de esa generación continental que renovó las letras y nos sintonizó con lo que habían significado para la poesía europea el Parnasianismo y el Simbolismo. La ambición intelectual del critico hurga a fondo en la particularísima interrelación democratización - cambio estético, que fue contemporánea del período de mayor afluencia inmigratoria que tuvo su epicentro en el Rio de la Plata. Con su impecable estilo y su probada erudición, elabora un preciso discurso, cuya hipótesis fundamental es que el fenómeno del Modernismo corresponde a la aparición en nuestras sociedades de una pujante clase media, cuyos valores –pese a algunas apariencias que parecieran no indicarlo así- escritores como Rubén Darío representaron en contraposición a una cultura oficial de carácter patricio, conservador y oligárquico.
