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Hombre mirando al sudeste. (Argentina, 1986). Director y libretista: Elíseo Subiela
 
 

Profundidad de una mirada
Crítica de Alejandro Michelena

alemichelena@gmail.com

 
 

Hombre mirando al sudeste. (Argentina, 1986). Director y libretista: Elíseo Subiela. Fotografía: Ricardo de Angelis. Música: Pedro Aznar. Montaje: César D'Angiolillo. Actúan: Lorenzo Quinteros, Hugo Soto, Inés Vernengo, Rubens Correa, Cristina Scaramuzza y elenco. Estreno de los cines Metro y Beta.

Se trata de una película al mismo tiempo fascinante y carente, plena de un aura poética no común en el cine argentino pero con chirriantes pasajes retóricos y alguna insólita complacencia erótico-comercial. De todas maneras, el saldo es sin duda estimulante, constituyéndose en una obra digna de la mejor atención, tanto por su escritura fílmica como por la riqueza conceptual que evidencia. Sin ser la gran revelación del cine del vecino país que algún muy entusiasta critico porteño saludó con alborozo, es si una película con rotundos valores y riquezas a pesar de sus fallas, en medio del hoy tan mediocre panorama argentino.

Julio Denis (Lorenzo Quinteros) es un siquiatra tragado por la agobiante rutina de su trabajo en el Borda (el Vilardebó de Buenos Aires), que encuentra en la llegada de Rantés (Hugo Soto) —un paciente que no se sabe de donde proviene y que se dice llegado de un lejano planeta - una motivación en su vida y también un móvil para el auto-cuestionamiento y la reflexión. La cámara de Subiela va pautando, con frugalidad franciscana — o bressoniana, para quedarnos en las comparaciones cinematográficas— la evolución de ese particular diálogo entre el supuesto loco y su médico. La sutileza, los silencios, la morosidad buscada, son características de la primera mitad de la cinta, en un juego expresivo que se logra en gran parte gracias a la impecable actuación de Quinteros y la adecuada figura de Soto (en quien, a medida que avanza la acción, el espectador va notando las carencias en el oficio actoral).

El director utiliza pocos escenarios; en principal: el mismo Hospital Borda, con sus auténticos habitantes, lo que le da a muchas escenas un dramático matiz documental.

Lo más interesante de "Hombre mirando al sudeste" es su decidida indagación en la interioridad, o mejor dicho, en la esencial ambigüedad humana. Y este es el punto que separa este filme de alguna otra buena producción argentina, que no suele internarse en los laberintos de la psiquis. Rantés se cree proyección —imagen astral, tal vez, con todas las reminiscencias culturales a que esto apela— y a lo largo de la película encarna una metáfora que busca la clara analogía con el crucificado del Gólgota. Pero no está aquí lo más estimulante, sino en que la historia sirve para acercarse a esos limites imprecisos entre la locura y cordura, estupidez y genialidad, no dejándose de lado por parte de Elíseo Subiela la permanente mirada de calidez y de compromiso, de solidaridad profunda, con el desconcierto y la soledad que pueblan el ánimo de todo hombre cuando se quiebra por alguna razón el sueño de la vigilia que llamamos rutina o vida cotidiana.

Lamentablemente nada es perfecto, y la película se desmorona, por desmesuras como la escena del extraño dominio de Rantés sobre la multitud cuando se pone a dirigir a la orquesta del parque, por tantas cosas que se dicen con obviedad machacona cuando todo estaba dado para la sugerencia, por la secuencia del encuentro sexual entre el siquiatra y la amiga de Rantés (que sobra; que nada aporta en lo expresivo).

Pero quedan, de todas maneras — yendo a lo especifico fílmico— secuencias como por ejemplo esa en la cual siquiatra y paciente dialogan en un café de barrio en la primera salida que hacen juntos fuera del hospital, donde se equilibra lo verbal con el ojo de una cámara que va registrando despacio y sin apasionarse a los personajes, lo que los rodea, la calle empedrada, el puente cercano, llegando a perfilar un difícil y valioso momento de perdurable poesía visual.

 

Alejandro Michelena
alemichelena@gmail.com

 

Texto publicado, originalmente, en "La Hora" (Montevideo), 16 de agosto de 1987

 

Cedido por el autor en formato papel de diario. Escaneado e incorporado a Letras Uruguay, por su editor, el día 15 de mayo de 2013.
 

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