Si desea apoyar a Letras- Uruguay, puede hacerlo por PayPal, gracias!! |
Francisco Espínola: el gusto por contar historias |
Paco
(por este sobrenombre lo conocieron todos) nació en San José en 1901, en
el seno de una familia de honda raigambre maragata. Su padre, de quien
heredó el nombre —por muchos años el escritor iba a firmar: Francisco
Espínola hijo—, era caudillo del Partido Nacional en el
departamento. Esa condición política iba a marcar la vida de Paco Espínola,
que siempre guardaría empecinada fidelidad a un blanquismo esencial,
incluso en los años sesenta cuando apoyó al Frente Izquierda. Participó
de joven, en 1935, del alzamiento armado de Paso Morían, donde fue hecho
prisionero. Ese episodio estuvo relacionado con la rebelión contra la
dictadura de Gabriel Terra que había iniciado desde Brasil el veterano
caudillo blanco Basilio Muñoz, patriada que —aunque fracasada— había
contado con un amplio apoyo político por parte de sectores batllistas,
blancos independientes, socialistas y comunistas. Por
esa única participación en un hecho de armas, Paco recibió de su padre
un lacónico pero elocuente: "Estoy orgulloso de usted". Al
viejo no le había importado demasiado la notoriedad literaria del hijo,
muy elogiado por su primer libro de cuentos, Raza ciega, celebrado
como cronista de la popular revista Mundo Uruguayo, y que ese mismo año
publicaría su emblemática novela Sombras sobre la tierra. |
|
El
impacto de un texto Este
libro llamó la atención y logró buen suceso en las varias ediciones que
tuvo. El mayor crítico del momento, Alberto Zum Felde, escribió sobre él
lo siguiente: "Aun cuando su estructura general, de conjunto,
resulte en cierto modo indefinida, Sombras
sobre la tierra es una de las producciones más valiosas de la novelística
uruguaya". El
libro impresionó por la sinceridad con que delineaba a los personajes del
bajo maragato; esas mujeres y hombres de las zonas rojas de cualquier
ciudad del interior. El autor hace de ellos personajes creíbles y
queribles, al tiempo que establece un retrato intenso y verídico del San
José de su juventud. Sombras sobre la tierra adquiere por momentos
un elocuente vuelo poético, con un sostenido buen manejo de los recursos
de la narrativa realista. Planea en toda la obra un profundo sentimiento
de solidaridad con los humildes, con los desheredados, originado en el
raigal cristianismo del escritor pero también en aquella línea humanista
—entonces en vigencia— personalizada en un Romain Rolland condoliéndose
por "la humanidad doliente ". Un
largo magisterio Sobre
los años cuarenta Francisco Espínola era ya una figura prestigiosa y
reconocida de nuestras letras. Fue en esos momentos cuando comenzó su
informal magisterio entre los escritores jóvenes, llevado adelante en
charlas coloquiales en los viejos cafés Metro y Ateneo de la plaza
Cagancha. Allí se pudo disfrutar, además, de la estupenda condición de
narrador oral de que hacía gala. Con Juan Carlos Onetti, Espínola se
constituyó en uno de los pocos referentes válidos para la Generación
del 45, caracterizada por la ruptura y el duro cuestionamiento hacia sus
mayores. Cuando
se concretó en 1947 la Facultad de Humanidades y Ciencias, Paco Espínola
comenzó allí una tarea pedagógica sistemática y peculiar —que marcó
a varias promociones de estudiantes de Letras— caracterizada por el
abordaje lúcido e inspirado, riguroso y a la vez sencillo de la
literatura. Onetti, ingeniosamente, definió con esta frase la docencia
del maragato: "Mateando con los clásicos". Tiempos
de sólido prestigio Su
segundo libro de relatos, El rapto y otros cuentos, aparecerá en
1950. Entre Sombras sobre la tierra y este volumen, había dado a
conocer la pieza teatral La fuga en el espejo. Y generaciones de niños
pudieron disfrutar de la lectura de Saltoncito, las aventuras de un
sapo entrañablemente uruguayo, publicado en 1930. Los
críticos del 45 fueron conscientes de la estatura de Espínola como
narrador, destacando en especial cuentos que I devinieron clásicos como Qué
lástima y Rodríguez. En
1957 da a conocer un volumen de ensayos sobre temas estéticos que tituló
Mirón o el ser del circo, donde en forma dialogada llevó al papel
reflexiones antes desplegadas morosamente en sus clases. Había llegado el
tiempo de su mayor popularidad, y con él los reconocimientos: el homenaje
en el liceo departamental de su ciudad natal, ese mismo año. Y un poco más
adelante, en 1962, el que le rindiera la Junta Departamental
de Montevideo. En esos momentos eran habituales sus apariciones en radio.
Y sus conferencias, como la dedicada a la figura de Carlos Gardel, dada a
los alumnos del Liceo Rodó. Avanzados
los sesenta se pudo ver su programa de TV en Canal 5, "Dialogando con
los clásicos", donde su modo cordial y campechano de hablar de los
personajes homéricos mientras armaba lentamente sus cigarros, le ganó el
cariño de muchísima gente que nunca antes lo había leído ni escuchado.
Lamentablemente, el gobierno de Pacheco Areco —en una de las tantas
acciones contra las libertades que protagonizó— censuró y eliminó el
programa, manteniendo empecinadamente su actitud arbitraria a pesar de la
protesta de personalidades de todos los partidos. La
coherencia de una vida A
pesar de su condición blanca, Paco Espínola venía coincidiendo en
posturas concretas con los partidos de izquierda desde los tiempos de las
campañas de apoyo a la República Española durante la guerra civil. Por
eso no fue raro que, junto con su primo Luis Pedro Bonavita, se integrara
al novel Frente Izquierda de Liberación a comienzos de los sesenta. Su
adhesión al Frente Amplio y su afiliación al comunismo fueron
coincidentes, en 1971. Al agradecer al Secretario general del partido
Rodney Arismendi la bienvenida, destacó su raíz blanca, explicando cómo
para él se armonizaba con las nuevas opciones. Recordó también en la
instancia las fuentes cristianas de su solidaridad, considerándolas la
base esencial para el paso que había dado. Y fue allí cuando, glosando
una frase de su personaje Juan Carlos en Sombras sobre la tierra, expresó
que: "Ha llegado el momento de hacer por los hombres algo más que
amarlos". Obra inconclusa En
1968 se publicaron algunos fragmentos de una novela en la que estaba
trabajando desde hacía tiempo: una variante de la saga folclórica de Don
Juan el Zorro. El texto, en el cual el escritor iba a seguir laborando
incesantemente, quedó inédito a su muerte, y fue difundido —en versión
reconstruida por los críticos Arturo Sergio Visca y Wilfredo Penco—
casi en mitad de los ochenta. Con su desaparición, la misma noche del Golpe de Estado del 27 de julio de 1973, muchos que lo conocieron y disfrutaron de su charla coloquial lamentaron que Paco no hubiera llevado al papel la inagotable cantera de sus cuentos orales, que de haberse escrito hubieran dado lugar a varios volúmenes.
|
Alejandro Michelena
Magos de las Palabras y de las Formas
Editorial ARCA, Montevideo 2006
Ir a índice de Ensayo |
Ir a índice de Michelena, Alejandro |
Ir a página inicio |
Ir a índice de autores |