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En cuarteles de invierno ... con un televisor
por Alejandro Michelena
alemichelena@gmail.com

 
 
 

Una larga temporada transcurrida obligatoriamente en cama, impulsa hasta al crítico de televisión a caer en la fácil tentación de volverse poco a poco un consumidor (más alerta, más a la defensiva que el común, pero consumidor al fin) del insidioso aparatito que nos incita como las sirenas a Ulises. En este quehacer, que debemos confesar tendiente a la pasividad e incluso —aunque resulte esto vergonzante para los pudorosos criterios de algún sesudo "decodificador" a la moda del año en curso— por momentos gozoso, hemos podido chequear como nunca antes, de arriba a abajo, a lo ancho y largo, la total programación de los canales vernáculos.

El terrible cine de los sábados

Si existe en este ámbito una coherencia sistemática, empecinadamente sostenida contra viento y marea a través de las décadas hasta llegar a transformarse en un sello característico de este medio masivo, es la mala y hasta pésima calidad del cine que se ofrece los sábados de noche. Es una tendencia que ni siquiera el Canal 5, con todas sus buenas intenciones, ha podido revertir. El año pasado, la emisora oficial comenzó un ciclo de "cine arte" en esos días y horarios, de altísimo nivel, que acompañaba los filmes con los ajustados y oportunos enfoques preliminares de Jorge Ángel Arteaga. Misteriosamente duró muy pocas semanas esa única alternativa cinematográfica válida frente a los unánimes mamarrachos de la televisión privada en la materia.

Obras del brasileño Jorge Amado han sido llevadas a la pantalla y una de ellas se está exhibiendo en nuestras pantallas: Gabriela"

Alguien dirá que muchas veces se han exhibido, en los fines de semana, buenos títulos. Y es cierto. Pero aún desde un ángulo meramente estadístico debemos considerar esas circunstancias como excepciones a la regla (por mes, el televidente puede considerarse muy afortunado, cuando llega a ver en la jornada sabatina una película de mediano valor).

Ahora bien, en cuanto a los por qué de tan permanente -en apariencia inamovible- fenómeno, hay que evitar las explicaciones simplistas. Es claro que no se trata de una deliberada confabulación, entre gallos y medianoches, de un puñado de ejecutivos de TV y distribuidores de cine, a los efectos de evitar que el uruguayo abandone la costumbre de asistir asiduamente al cinematógrafo… Las cosas no suceden de modo tan novelesco, pero la verdad es que desde hace ya una larga década ha comenzado un lento (aunque cada vez más acentuado) proceso, de abandono de las salas por un espectador que otrora fue uno de los más afectos al séptimo arte en el ámbito latinoamericano. Y esa realidad tiene evidentes motivos económicos de base, pero también está causada por las malas películas que las salas ofrecen; prueba de esto: el paralelo crecimiento del público que frecuenta el circuito de Cinemateca Uruguaya.

Lo sugestivo es la coincidencia de la retracción del negocio del cine en Montevideo, con la avalancha en la exhibición televisiva de los sábados de películas de relleno que a esta altura ni el menos exigente de los asistentes a una sala céntrica estaría dispuesto a tolerar. Y como no queremos creer en una conjura deliberada en contra del sufrido espectador -aunque, en relación a implicancias e intereses, que los hay los hay...- desafiamos a los canales privados desde aquí a colocar al menos alguna de las películas que han llegado a poner entre semana también los sábados.

No somos ingenuos al plantear esto. Simplemente cumplimos con parte de nuestro deber periodístico. Si alguien se anima a tirar la primera piedra, podría ser por ejemplo -a modo de sugerencia- con un ciclo de buen cine norteamericano de los sesenta (concretamente: el que hicieron, entre muchos otros, Sam Peckinpah con sus "westerns" críticos y revisionistas, Dennis Hopper con Busco mi destino, o lo que ha realizado Frank Perry, o Robert Altman, o Bob Rafelson, o Arthur Penn).

 
El melodrama brasileño

En el rubro teleteatros, bien se puede hablar hoy por hoy de invasión brasileña. Casi simultáneamente se estrenaron tres: Nido de serpiente, en Canal 5; Brillante, en el 12; Gabriela, también en Teledoce.

De todos ellos, el que es a nuestro modo de ver más valorable, es Gabriela, no solamente por estar basado en novela de Jorge Amado y tener música de Dorival Caymi y un elenco encabezado nada menos que por Sonia Braga. La adaptación del original literario es respetuosa, cuidando de reflejar ese verdadero fresco social dinámico que tanto ha preocupado al narrador bahiano en toda su obra. Las entregas que hemos visto mantienen dignamente esa potencia, con riqueza de tipos populares y una equilibrada recreación epocal. También se plantea sin ocultamientos el conflicto social y los entretelones del poder económico, siendo en esto igualmente fiel a la intencionalidad del texto.

Nido de serpiente, basada en novela de Jorge Andrade, tiene un valor primordial: deja al desnudo las miserias y la cruda voracidad de las altas esferas del poder económico. Un segundo rasgo positivo: las buenas actuaciones. Un tercero: cierto logro de suspenso. Pero en su tratamiento visual no deja de ser un poco creativo, demasiado teatral, no suficientemente televisivo.

En cuanto a Brillante, más allá de alguno que otro toque costumbrista bien logrado, el resto del esquema no sale de la consabida dialéctica muchacho rico y pobre digna cenicienta, envidiable mundo de los ricos contrapuesto a la mediocridad de la gente común, con la siempre forzada conclusión de que la solución es conformarse y aceptar los valores de la sociedad capitalista como buenos y universales.

Otras novedades

Quizá, y sin tal, la más reciente e interesante sea la serie documental -que va en el 10- sobre la Guerra Civil Española. Es una producción británica, cuyo mayor mérito radica en la compaginación de material fotográfico y fílmico que en muchos casos no se había visto hasta el presente. La elocuencia de las imágenes vale por si, y se puede obviar por su fuerza y verdad el comentario en off aparentemente objetivo pero en realidad parcial (por claras simplificaciones históricas, por una no oculta simpatía solapada por el bando Nacionalista). Es claro, además, que para aquellos que pudimos ver hace años atrás Tierras de España de Joris Ivens, o Morir en Madrid de Rossif, esta buena elaboración de material documental resulta pobre. Le falta la potencia creativa formidable del primero, que lograba sintetizar en un rostro o un encuadre todo el drama del pueblo español; o la mano maestra del segundo para elaborar una sinfonía impar de imágenes y transformarla en metáfora de la lucha contra la opresión. De todos modos, entre la enorme cantidad de película utilizada, podremos ver algunos tramos donde estará la mano maestra de un Román Karmen, o fotografías pertenecientes a la indiscutibles talentos.

Por otro lado, estuvimos viendo Goya, que es otro aporte de la Televisión Española. Se trata de una ambiciosa propuesta en la que importan sobremanera la ubicación minuciosa de todos los detalles históricos, el refinamiento de escenarios y vestimentas, la correlación de muchas escenas con otros tantos cuadros de Goya. La biografía de éste se va desarrollando de un modo de pronto demasiado lineal, pero de todos modos lo que más importó a los libretistas -entre los cuales se encuentra a Antonio "Taco" Larreta- es la correspondencia obra-realidad en el pintor, y no tanto el hurgar más profundamente en las complejidades de su vida y de su sicología. La teleserie trasmite a un público masivo y de modo sencillo la interrelación social de la pintura goyesca, y muestra por añadidura parte de la misma (haciéndola conocer a quienes seguramente nunca la vieron y hasta ni oyeron hablar de ella, lo que es de por sí valioso, al menos como difusión primaria).

 

Alejandro Michelena
alemichelena@gmail.com

 

Publicado en el Suplemento Cultural del diario La Hora, Montevideo, el 10 de agosto de 1986

 

Cedido por el autor en formato papel de diario. Escaneado e incorporado a Letras Uruguay, por su editor, el día 15 de setiembre de 2013.
 

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