En los últimos tiempos han habido diversos
cambios saludables en el marco de la programación televisiva. Uno de
ellos, que ya hemos comentado en varias oportunidades, es el
mejoramiento del cine que vemos en la pantalla chica, pero uno más
reciente y no valorado aún, es la elevación de la calidad que impuso el
Canal 5 en materia de teleteatros al poner en cartelera "La Señora
Ordóñez".
No es que esta telenovela desprecie el melodrama. Todo lo contrario: lo
tiene, y lo destila con generosidad, sobre todo a partir de la tercera o
cuarta entrega. Pero nadie puede rasgarse las vestiduras por esto;
existe un género de relato popular masivo —con sus reglas más o menos
aceptadas, con su ya larga tradición — que nació con el folletín en el
siglo XIX, pasó luego al radioteatro hace cincuenta años, recorrió
después las salas oscuras allá por el medio siglo, recaló por fin en el
hipnotizante aparato trasmisor de imágenes. Si "La Señora Ordóñez"
despreciara lo melodramático, lo cursi incluso, no llegaría al público
al que va dirigida, no precisamente el de los intelectuales.
Una sintaxis inusual en TV
Lo que más llama la atención en este nuevo programa de la emisora del
Sodre, es la estructura. Por primera vez en materia teleteatral —al
menos, en lo que hace a nuestro conocimiento— se utiliza el "flash-back"
y el manejo simultáneo de dos niveles temporales. Tales técnicas, ya
asimiladas desde hace mucho por la novela, y también por el cine de
manera general a partir de los 60, llegan ahora a la TV mediante esta
producción argentina (de ATC).
Pero no queda en esto, que ya es mucho, la innovación de "La Señora
Ordóñez". Hay un cuidado especial en las tomas, un trabajo de encuadres
precisos y sugerentes, que lo tornan excepcional entre sus pares.
Para que se entienda bien en qué lo valoramos específicamente, téngase
en cuenta que se han visto por aquí buenos teleteatros brasileños, como
"Nido de serpiente" (con valores diversos, pero sin romper con la
"escritura" de imagen previsible). Lo que podemos apreciar en
"La Señora
Ordóñez" se ve en algunas series —muy pocas y europeas— y es casi
impensable fuera del cine. Y no es por otra parte una revolución tan
grande; del mismo modo que hoy por hoy hasta las novelas más pasatistas
han incorporado las que un día fueron audacias de adelantados como James Joyce, es natural que tales perspectivas ya asimiladas por el público
lleguen a la telenovela. Lo que sucede es que, teniendo en cuenta el
término medio de lo que nos llega de México, Brasil, la propia
Argentina, el programa que nos ocupa sorprende por sus novedades.
Convincente clima de época
En los dos tiempos que se manejan en "La Señora Ordóñez", uno de los
mayores logros es a nuestro criterio la ajustada, sugerente recreación
de los años cuarenta y de los sesenta. En el primer caso, aparte del
cuidado en la vestimenta, los maquillajes, el peinado característico, la
inclusión de fragmentos documentales de los comienzos del peronismo, se
optó con acierto por marcar con énfasis las frases, los giros, algunas
miradas y tonos, que nos sumergen en el clima de aquella década llevados
de la mano por su proverbial cursilería. Desde un ángulo distinto a
Manuel Puig y su "Boquitas pintadas", se desemboca en una por fragmentos
no menos disfrutable evocación de aquel tiempo de labios bien rojos y
dibujados en forma de corazón, cuando "no seas zonzo" era la expresión
más recurrida de las señoritas porteñas (y por qué no de las
montevideanas), cuando no estaba bien que las jóvenes salieran solas a
pasear al centro. Además, todo está delineado sin desmesuras ni
estridencias, con rápidos trazos y un ritmo que busca la síntesis.
Los sesenta tienen otro tratamiento. Más acorde con el clima de
entonces. Cuidando también los detalles —por ejemplo, los peinados
masculinos- y más que nada el espíritu de aquellos años, donde comenzaba
a vivirse conflictivamente en el sector de la burguesía al que
pertenecen los personajes. Hay apelaciones al cine de entonces, lo que
establece una riqueza múltiple de lecturas.
Otras virtudes
Lo que venimos planteando no hubiera sido practicable, de no contar los
directores Vicente Manuel y Rodolfo Roca con un plantel de actores de
primera línea, y la inteligente dirección de los mismos a cargo del
uruguayo Carlos Muñoz, un hombre de larga y rigurosa trayectoria en
ambas márgenes platenses.
Luisina Brando se luce componiendo su Señora Ordóñez, con la equilibrada
mezcla de ingenuidad y sensualidad, de frustración y evasión, de soledad
y calidez, que hace falta. La acompañan de manera adecuada Perla Santalla,
María Vaner, Carlos Olivieri, Arturo Bonín y elenco.
El teleteatro surge de la novela de Marta Lynch, una escritora que supo
penetrar hace veinte años —de manera superficial pero no del todo
desdeñable— en ciertos rasgos de la sicología de la clase alta a la que
pertenecía. La versión televisiva reelabora ese material con eficacia,
aprovechando todas las posibilidades que da lo audio-visual.
La producción es de 1984, y puede ser una
pauta de un buen nivel de trabajo que de pronto se perdió en la
televisión argentina, y que diera ciclos de gran validez como
"Compromiso". De todos modos, podría ser interesante que los otros
canales tuvieran en cuenta esta iniciativa del 5, echaran una mirada a
qué es lo que puede tener por ahí "ATC", ya que es sabido que la mayoría
de sus producciones no llegan por aquí.
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