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Críticas y comentarios de libros por Alejandro Michelena |
Buenos Aires a través de sus cronistas |
El libro de Buenos Aires (Crónicas de cinco siglos), Compilación de Álvaro Abós. Grijalbo-Mondadori, Buenos Aires, 2000, 352 págs. |
El cuento y la poesía han merecido en el Río de la Plata el recurrente favor de los antólogos. No puede decirse lo mismo de la crónica –esa modalidad de escritura a caballo entre el ensayo, la reflexión y el periodismo– que sin embargo tuvo siempre, en ambas orillas, cultores tan numerosos como persistentes. Esto hace especialmente valorable la compilación que –referida a Buenos Aires como tema– realizara el escritor Álvaro Abós, reuniendo crónicas que recorren la peripecia de la capital argentina desde su fundación hasta finales del siglo XX. Dividido en cuatro partes que siguen un orden cronológico, el volumen reúne páginas no demasiado extensas que reflejan abordajes muy diversos. Desde un escrito del segundo fundador de la ciudad, el vasco Juan de Garay, a una de las columnas que escribía Jorge Asís en Clarín en los primeros ochenta. En el transcurso de la lectura se puede disfrutar de la punzante ironía de Macedonio Fernández aplicada a la descripción de una tarde en la calle Florida, de la evocación algo nostálgica que hace José Antonio Saldías del legendario café Los Inmortales de la calle Corrientes, de la dureza del aguafuerte porteño de Roberto Arlt referido al ómnibus de extramuros, del cálido retrato de barrio judío que hace César Tiempo, de la lúcida pintura de Juan José Sebreli relacionada con la zona de Constitución, de la original mirada de Jorge Luis Borges sobre a la barriada de Montserrat, del humor casi negro de César Fernández Moreno en su descripción del Colectivo (ese invento porteño), del divertido testimonio de Isidoro Blaistein sobre su relación personal con la clásica esquina de San Juan y Boedo (inmortalizada en el tango de Homero Manzi). Abós no se preocupó de reunir sólo a cronistas puros, sino que le importaron las crónicas genuinas y eficaces. Las mismas tanto da que provengan del fundador de la ciudad, como de viajeros célebres como Georges Clemenceau, Albert Londres o Paul Morand; de escritores que se han destacado en otras vertientes literarias, caso de Julio Cortázar o Antonio Dal Masetto; de periodistas populares, como el cronista de turf que firmaba con el seudónimo Last Reason, o el legendario cultor del lunfardo Carlos de la Púa. El objetivo del antólogo fue armar con todos estos textos un fresco verídico y a la vez mítico y entrañable de su ciudad, Buenos Aires. Y en verdad, logró ampliamente ese objetivo. El libro se lee de un tirón, pero tiene detrás una exhaustiva labor de pesquisa realizada pacientemente en bibliotecas. Como suele ocurrir con las crónicas, no siempre llegan al libro, y muchas veces han quedado en ese purgatorio que son las páginas olvidadas de la prensa. Álvaro Abós abre el volumen con un prólogo donde ensaya una lúcida interpretación de lo que llama “el enigma de Buenos Aires”, que para él consiste en el hecho de haber llegado a “mito urbano” siendo en sus comienzos “un aburrido damero sobre un valle infinito y frente a un río infinito”, que después fue por “dos o tres siglos... poco más que un amarradero fluvial y un mero centro burocrático”. Abós concluye que a pesar de esa falta de cualidades, Buenos Aires llegó a “fundar un abolengo cultural urbano de proyección universal”. |
Alejandro
Michelena
Nota aparecida en el semanario Brecha, el 19 de diciembre de 2003.
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