Cincuenta años de La vida breve
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En noviembre de 1950 se editaba en Buenos Aires una novela titulada La vida breve. Su autor, muy poco conocido -salvo para un círculo de jóvenes escritores compatriotas que lo admiraban- era el uruguayo Juan Carlos Onetti, por entonces radicado allí. En el tiempo de aparición de esa obra decisiva, Borges era un poeta y cuentista estimable leído por muy pocos, Benedetti recién comenzaba a hacerse conocer, Victoria Ocampo y su revista Sur monopolizaban el criterio “literariamente correcto” en Buenos Aires, mientras que aquí la Generación del 45 -que había recibido la lección magistral de Onetti a través de sus notas de los inicios del semanario Marcha, fundadoras de una nueva perspectiva crítica- comenzaba su labor de revisión y puesta al día del pasado literario nacional. Una novela clave Juan Carlos Onetti, con su novela inicial El Pozo había inaugurado entre nosotros la novela urbana, con ambientes montevideanos, pero con aliento y ambición universales. Con La vida breve, escrita y ubicada en Buenos Aires, proyecta su mundo literario al escenario rioplatense. El personaje central de la misma, Juan María Brausen, comienza a escribir un guion de cine para obtener un poco de dinero, y en esa labor concibe un lugar imaginario. Brausen inventa una ciudad provinciana llamada Santa María -con algo de Montevideo y de Buenos Aires, con mucho de tantas ciudades litoraleñas del Paraná y el Uruguay- donde un médico mira a través de la ventana de su consultorio que da a la plaza. El trabajo del guión queda luego sin efecto, pero Brausen continúa con sus fantasías, al tiempo que lleva una doble vida (con su esposa por un lado, y con el seudónimo de Arce con una prostituta que habita en el edificio contiguo). Lo más interesante y significativo en La vida breve está en cómo, paulatinamente, ese mundo de ficción de Santa María va invadiendo la propia vida de Brausen, al punto que cuando se ve obligado a huir de Buenos Aires termina viajando nada menos que a la ciudad de su ficción. La vida breve da comienzo, de ese modo, a la saga onettiana de Santa María, que el escritor desarrollará y enriquecerá luego durante toda su vida a través de sus novelas y cuentos, con etapas significativas en Juntacadáveres y El astillero. La crítica ha hecho énfasis en la influencia del narrador estadounidense William Faulkner -por el cual Onetti tuvo una confesa admiración- quien en su obra también desarrolló un mundo ficticio: el condado de Yoknapatawha, síntesis de muchas regiones de ese profundo sur que buscara recrear. Y si bien esa influencia está presente, Onetti en La vida breve inicia su creación de Santa María con una estrategia literaria original, mediante una narración que rítmicamente juega a cierta altura con varios planos de realidad, y delineando personajes cuyo nivel de desesperanza y fría lucidez no pueden ser más que “onettianos”. La obra de este escritor ganaría lectores en el Río de la Plata en los años sesenta, proyectándose en la década siguiente -a partir de su radicación en España después de haber sido encarcelado aquí por la dictadura a raíz de su participación como jurado en el último concurso literario de Marcha- a todo el orbe hispanoamericano. |
Alejandro
Michelena
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