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La Blanqueada, barrio nuevo y viejo
Alejandro Michelena

Muchos montevideanos, aun aquellos que hacen alarde de su buen conocimiento de la ciudad, no asocian el nombre de La Blanqueada a esa zona cuyos limites son, mas o menos: por un lado Avenida Italia, por otro Bulevar Artigas, después Monte Caseros, y Centenario (o la añeja Larrañaga, pues en esto no hay acuerdo unánime). Se trata de una barriada relativamente nueva en grandes sectores, pese a su condición bastante céntrica y a los enclaves de edad ya venerable.

 

La estancia de Tres Cruces, -ubicada en el área hoy conocida como tal, allí donde se cruzan Av. Italia, 8 de Octubre y Bulevar, notoria por haber constituido el lugar en donde Artigas dictara sus celebres "Instrucciones del año 13" y se reuniera el Congreso que aprobara las mismas- es talvez el punto mas remoto en el origen de La Blanqueada, cuando esas tierras no eran mas que campo con algún solitario "casco" de hacienda, surcado por los tres caminos antecesores de las actuales avenidas nombradas.

 

De las construcciones de aquella estancia solamente persiste el palomar, que desde principios de los sesenta fue restaurado debidamente. En los años anteriores había estado abandonado, llegándolo a ocupar un bichicome que se hizo famoso por espantar a pedradas a cuanto curioso se acercara.

 

Esta ubicado a unos metros de Av. Italia, a un costado del Hospital Británico, y tiene la forma de una pequeña torrecilla, no mas alta que una casa vieja, de un diámetro de cuatro o cinco metros, y es posible ver todavía algunas palomas entrando y saliendo por sus pequeños ventanucos.

 

Pero sin irse tan atrás, y viniendo hasta la mitad de este siglo, los habitantes del barrio que sobrepasan ya los cuarenta bien recordaran como en esos momentos todavía se encontraban en su geografía calles de tierra. Concretamente, este cronista recuerda siendo muy chico – haber bajado en auto por una que era la continuación de la actual Secco Illa, que descendía una barranca serpenteándola y desembocaba en Centenario. Por descontado que esa era una zona de baldíos, donde se construyo de modo sistemático recién a comienzos de los sesenta.

 

El viejo tambo ocupaba algunas manzanas sobre Monte Caseros, a la altura de Jaime Cibils. Hasta hace unos treinta y pico de años se mantenía en funcionamiento, y los que por allí transitaban veían las vacas lecheras pastando y los vetustos edificios del tambo. Debe haber sido uno de los últimos (si no el último) de los establecimientos de ese tipo en el radio urbano de Montevideo.

 

El molino del Parque Central, por su parte, nos remite al "novecientos".

Resabio de tiempos anteriores a los molinos industriales, hace ya mucho tiempo que perdió sus aspas quedando solamente su torre húmeda – lustro a lustro mas venida a menos - como un testigo del periodo rural de la zona.

 

La iglesia de Tierra Santa, que esta en la esquina de 8 de Octubre y Estero Bellaco, en el corazón de La Blanqueada, es un punto de referencia tradicional para ubicarse en el trayecto por esa concurrida avenida. Se trata de un templo de estilo impreciso, que parece mas antiguo de lo que en realidad es dado que su construcción no va mas allá de la década del veinte, y que esta regenteado por los padres franciscanos.

 

Estos, habiendo sido en la época colonial la primera orden religiosa de Montevideo, en el correr del siglo pasado - a posteriori de aquel episodio en que Elio los expulsara de la ciudad amurallada en 1811, con el recordado "Vayánse con sus amigos los matreros", en referencia a Artigas y a su gente - fueron disminuyendo en importancia hasta por fin desaparecer de la escena nacional por mucho tiempo. Reaparecieron en el siglo XX, asentándose en esta parroquia. Por supuesto que desde entonces han quedado en inferioridad de condiciones en relación a sus primos hermanos, los capuchinos (que se diferencian de ellos en la larga barba,

pero son similares en el habito marrón de monje y las sandalias).

 

Entre las decenas de curas que por Tierra Santa han pasado, la gente del barrio recuerda con cariño al casi legendario Padre Francisco, con su cabeza torcida (al parecer debido a una mala "sintonía" en la comunicación con indios de la selva paraguaya, cuando era un joven misionero). Su portafolios raído pero rebosante de "caramelicos" para los mas chicos, y su disponibilidad para atender a todos los vecinos sin importarle demasiado sus ideas o religión y si su necesidad material o

moral y espiritual.

 

Berón, por su parte, fue, al igual que el Padre Francisco, un personaje de La Blanqueada. Era un verdadero y autentico "clochard", con todo lo que implica el termino francés. Embriagado con sobredosis de "alpiste" (es decir: de alcohol azul con la semilla que le da ese nombre, y que lo "blanquea"), Berón dirigía prodigiosamente el trafico en 8 de Octubre y Jaime Cibils, sin por ello correr riesgos ni perturbar el paso de los incesantes vehículos. Sus momentos de sobriedad los dedicaba a darle datos para los escritos a los liceales que se le acercaban, a resolverle los problemas de álgebra, a hablar en francés o a filosofar. Se comentaba que había sido profesor de filosofía, y que un desengaño amoroso lo llevo a su condición de bichicome. Ciertos días se le veía aparecer de monóculo y bastón,

siempre señorial, aun en las peores circunstancias.

 

En los fondos del colegio de los Hermanos Maristas, de 8 de Octubre casi Jaime Cibils, había una cancha de fútbol, detrás de la cual una zona baldía de árboles y pastizales separaba el predio de los vecinos. Allí, varias generaciones de alumnos de entre diez y doce años – lectores fervorosos de Salgari - organizaron a través del tiempo reiteradas expediciones de "exploración". Eran tiempos anteriores a la TV, o al menos este medio no se había impuesto, y la imaginación infantil era aun capaz de ver una jungla en un pequeño pajonal y una montaña en un montón de piedras.

 

Si algo caracteriza a esta zona es su condición pendular, entre las pretensiones residenciales que siempre tuvo (basta observar, si no, las grandes y viejas mansiones de 8 de Octubre, hoy transformadas en liceos, sociedades medicas, instituciones de todo tipo) y su permanente vocación de clase media y de barrio "barrio".

 

Esa dialéctica dual la vemos encarnada en los dos rivales de 8 de Octubre y Garibaldi: Casa Mera, la tradicional y popular pizzería (una de las mejores de Montevideo hace veinticinco años), y el mas refinado y hasta lujoso Siroco, que lo observa de reojo desde la otra esquina.

Alejandro Michelena
"Rincones de Montevideo"
Editorial Arca - Montevideo - 1988

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