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El barrio Reus al Norte |
Cuando
nuestra ciudad estaba lejos aún de tener la extensión que hoy ha
logrado. Cuando más allá del Cordón por un lado, y por otro de la
Aguada, comenzaba la zona rural de chacras y quintas salpicada de tanto en
tanto por cruces de caminos donde agrupaban algunas decenas de casas. En
ese tramo final del Siglo XIX fue cuando don Emilio Reus comenzó a
concretar un ambicioso proyecto –nunca culminado en su verdadera dimensión–
que consistía en dotar a Montevideo de barriadas populares, construidas
con una planificación y un estilo de reminiscencias europeas. El
financista español quebraría por segunda vez poco después de
concretados dos de esos barrios: uno en la zona Sur, cerca del río, y el
otro más extenso hacia el Norte. Ya no se recuperaría económicamente,
muriendo en la indigencia antes de los cuarenta años; nadie,
posteriormente y hasta mediados del siglo que corre, retomó su brillante
idea de la vivienda barata y en serie pero con toques estéticos. El
Reus al Norte felizmente se conserva en un estado bastante aceptable, pese
a las décadas pasadas, las mal enfocadas reformas de particulares, y algún
desgraciado pasaje de la "piqueta fatal del progreso". Se trata
de un conjunto de varias manzanas, ubicado a cinco cuadras de General
Flores y Domingo Aramburú. Se le conoce también como Villa Muñoz.
Dentro de un estilo similar, de calle a calle cambia la edificación; en
algunas cuadras las casas tienen puerta cochera (eran tiempos de carruajes
de caballos); en otras dos balconadas a ambos lados de la puerta; en
algunas: puerta y una ventana. Pero lo que permanece estable son las dos
plantas, característica inconfundible del barrio. De
tanto en tanto –siempre en las esquinas– se elevan los edificios con
buhardilla. Ingenua copia de ciertas construcciones parisienses
justificadas en su lugar de origen dada la nieve del invierno, fueron exóticos
y lo siguen siendo entre nosotros esos techos empinados de pizarra negra
por donde asoman pequeñas ventanas en las que uno espera que aparezca la
Mimí de las Escenas de la vida
bohemia de Murguer, o ¿por qué no? la Fleur-de-Marie de Los
Misterios de París de Sue. Barrio
popular en sus orígenes, lo sigue siendo hasta hoy. Con un fuerte
porcentaje de inmigrantes entre sus vecinos, entre los que se destacan
–por lo numerosas– las familias judías dedicadas al pequeño
comercio, su nombre y sus peculiaridades han trascendido fronteras en la
voz inigualable de Carlos Gardel (cantando el tango Barrio Reo, compuesto por Roberto Fugazot, nacido en una de las
"casitas iguales"). Por sus calles de paisajes reiterados también
correteó en la infancia el recordado Carlitos Roldán. Al presente, es uno de esos rincones apacibles que todavía tiene Montevideo. Su conformación edilicia tan pintoresca, su cálido clima de barrio de antes, merecen la preocupación de todos los habitantes de esta ciudad en cuanto a su conservación y protección. Hace una década los estudiantes de Bellas Artes –con el auspicio municipal– recuperaron las fachadas de varias de sus calles. |
Alejandro Michelena
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