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Vicente Cicalese se ha constituido en pocos años en una de las sorpresas
estimulantes del ambiente literario nacional. Muy conocido por su
condición de catedrático de Lengua y Literatura Latinas en Facultad de
Humanidades, y por su libro Nuestro viejo latín (manual teórico
práctico de traducción), las vacaciones forzadas a que lo llevó la
situación imperante en el país en los setenta —dejándolo cesante en su
cargo docente— le dieron tiempo para ejercitar su pluma libremente en
temas cercanos a su especialidad y en otros varios. Así fue que Cicalese
se metamorfoseó en un ameno y disfrutable escritor, un cronista para ser
más precisos, que posee la no común cualidad de una erudición
sistemática y vasta de sentido humanístico unida a un estilo elaborado
pero vital, matizado en variaciones, cordial en el más estricto sentido.
En Montevideo y su primer escritor, Vicente Cicalese logra nada
menos que rescatar para la memoria colectiva al primer escritor que
hemos tenido, el presbítero José Manuel Pérez Castellano, que no había
merecido antes más que algún interés oficial pero que en realidad, en
los hechos, no pasaba de ser más que un mero dato de punto de partida en
las historias literarias. En este pequeño volumen el autor nos prueba,
con citas muy bien elegidas de los textos del cura letrado y agricultor
de nuestra patria vieja, la condición de atendible prosista del mismo.
Ya Cicalese poseía amplias cartas credenciales en la tarea de establecer
la develación de autores que no salen normalmente de un estrecho círculo
de especialistas. Es el caso de su libro anterior, Ambrosio y
Jerónimo dos grandes escritores romanos. Pero aquí hace un aporte de
indudable valor histórico —como también lo era su ensayo Los esclavos
del sacramento, de 1983— que logra iluminar de un modo hasta el
momento no explorado los comienzos literarios nacionales.
Puntos destacables de un análisis
Como lo planteamos al comienzo: se trata de un libro vital y
personalísimo, alejado del convencionalismo historicista y literario. En
su segunda página se establece una Refutación a Ángel Rama, donde
Clcalese discrepa con este reconocido crítico respecto a la condición de
Pérez Castellano en cuanto fundamentador ideológico de la propiedad y la
esclavitud, haciéndolo con el auxilio de los propios textos del
presbítero. Después lo acerca al lector en dos aspectos fundamentales:
su amor por Montevideo y su entrega laboriosa a la agricultura,
plasmados respectivamente en su Memoria sobre las Invasiones inglesas
y sus Observaciones sobre agricultura. Mas la parte nuclear de
Montevideo y su primer escritor está dedicada a un jugoso, moroso,
casi sensual hurgar en el estilo y el léxico peculiar de Pérez
Castellano, labor en la que Cicalese se adentra con minuciosidad de
lingüista pero no descuidando los apuntes costumbristas y hasta el
humor. Un aspecto insólito tal vez pero no menos válido de este
análisis, es el que versa sobre nombres de legumbres y hortalizas, así
como sus características, y acerca de peces y otros "frutos" adecuados a
la buena mesa; en este tópico Vicente Cicalese desliza también su
conocimiento y su gusto personal (así lo consigna, al referirse a la
ausencia del término "brótola" en el Diccionario de la Real Academia,
con este rotundo argumento: "Ahora las llamamos brótolas, y nos las
seguiremos comiendo muy a gusto, mal que le pese a la venerable
Academia"). Estos intereses sibaríticos vienen de larga data en este
autor; remitimos para ello, a los posibles investigadores, a una nota
filosófica publicada en los comienzos de los años cuarenta en la revista
Tribuna Católica donde Cicalese –en ese entonces un joven
aspirante a presbítero jesuita- establecía en su parte final un elogio
al cálido y sustancioso plato de sopa del invierno.
Un libro para variedad de públicos
En el final se incluye completa la carta que enviara José Manuel Pérez
Castellano a su viejo profesor de latín don Benito Riva, lo que da
oportunidad al lector de adentrarse en el estilo y características de la
prosa de nuestro ilustrado sacerdote. El conjunto, entonces, es
recomendable para un público lector mucho más extenso que el previsible
en estos casos –conformado por historiadores, profesores, estudiosos y
críticos- dada la capacidad de Cicalese para hacer llegar el tema sin
arideces fatigantes. |