Adiós
muchachos, por Daniel Chavarría, Mondadori, Barcelona, 2004. 190 págs. |
Un
policial atrapante |
Daniel
Chavarría es una presencia atípica en nuestro panorama literario.
Cultiva una narrativa de género, algo inusual en nuestro medio a excepción,
en la última década, de algunos ejemplos relacionados con variantes de
lo policial. En su caso: la novela de espionaje con toques de suspenso, y
también el policial con elementos de intriga política. Pero
Chavarría también se desmarca del estereotipo de “escritor uruguayo”
por la filosofía vitalista y en muchos aspectos poco amiga de
intelectualismos que traslucen sus obras. Y además por su propia vida:
está fuera del país desde hace muchas décadas, mucho antes de la oleada
vinculada al exilio político de los setenta. Lo impulsaron en principio a
esos viajes la aventura y la necesidad de acción (algo rarísimo entre
sus pares vernáculas...) Pero además, desde hace años reside en Cuba,
donde a pesar de todo lo ya mencionado se gana la vida como profesor de
Latín y Griego. El
lector rioplatense lo recuerda sobre todo por la novela El ojo Dindymedio (Graffiti, Montevideo, 1993), que en la edición
internacional el autor tituló más felizmente El ojo de Cibeles (Planeta-Joaquín Mortiz, México,1993). Es una
disfrutable e inteligente recreación de la vida cotidiana en la Atenas de
Pericles y de Sócrates, con acertados toques de humor e ironía,
con una historia y clima de corte policial, y con un texto no
carente de hondura reflexiva. Aunque lo más característico y exitoso en
su producción ha sido la narrativa que amalgama intriga politica,
espionaje y policial, cuyo ejemplo más acabado es Allá ellos (Mondadori, Barcelona, 1991), que mereciera el premio
Dashiell Hammett en la Semana Negra de Gijón
en 1992. Ahora
acaba de aparecer en librerías montevideanas su novela, Adiós muchachos, que fuera publicada en primera edición en México, en
1995. Es un policial que tiene como escenario la Cuba actual
–concretamente:
La Habana con turistas internacionales, empresarios ávidos y
aventureros en busca de buenos negocios, y por supuesto con bellas
“jineteras” autóctonas que
rondan a unos y otros en procura de dólares–, donde están
presentes las señas inconfundibles de su estilo. No faltan la intriga y
el suspenso, y los entretelones políticos de actualidad; y también
temas
universales como la ambición y el poder, la sensualidad y el
erotismo. Todo volcado en una escritura dinámica, que atrapa al lector y
no lo suelta hasta llegar a la última línea. Adiós
Muchachos gira en
torno al personaje de Alicia, una bella cubana ex-estudiante y traductora,
que decide prostituirse de una manera más sutil que lo acostumbrado.
Utiliza como recurso una bicicleta arreglada como para simular un
accidente en el que se aflojan los pedales del rodado. Alicia, llevando a
la espalda en su mochila elementos estudiantiles pero vestida con un
ajustado short que deja ver sus glúteos, se coloca por delante de los
autos guiados siempre por extranjeros con aspecto próspero. Cuando
percibe que ha encandilado al “candidato” con su anatomía en
movimiento a causa del pedaleo, simula el accidente. El coche se detiene,
y sus artes de seducción comienzan para culminar más tarde en su propia
casa, con la complicidad de su madre. En
plena faena conoce a Víctor King, un canadiense que trabaja para una
empresa holandesa que está interesada en el rescate de viejos galeones
hundidos en las costas de Cuba a cambio de una buena tajada de lo allí
encontrado. Alicia comienza con el “tratamiento habitual” sin imaginar
que se están abriendo para ella puertas insospechadas y riesgosas. Avanzando
la novela hay momentos de explosivo erotismo, perversas ambiguedades
sexuales, muertes que ocultar, drogas fuertes, simulaciones, oportunidad
para el dinero dulce. El escenario es una ciudad de La Habana en medio de
cambios insospechados hasta hace no muchos años. Daniel Chavarría no
incursiona en el terreno concreto de la política cubana, pero su mirada
crítica ante la realidad de la isla es
inequívoca. Por
sobre todas las cosas, Adiós
muchachos es una novela atractiva. Un buen policial con mucho suspenso
que trasciende el género. No es casual que haya recibido –por su edición
en inglés y en el 2002– el prestigioso premio de la Mystery Writers of
America para novela policial, el Edgar Allan Poe. El mismo que antes fue
otorgado a escritores como Raymond Chandler, John le Carré y Frederick
Forsyth, o sea la flor y nata del suspenso, el espionaje y el policial. |
Alejandro Michelena
Publicada
en el semanario Brecha, de Montevideo (año 2004).
aledanmichelena@gmail.com
Ir a índice de Crónica |
Ir a índice de Michelena, Alejandro |
Ir a página inicio |
Ir a mapa del sitio |