Acerca de Visiones |
Algunas veces, también en Montevideo, el espectador habituado al teatro puede sorprenderse gratamente con un espectáculo inesperado. Descubrir nuevos actores talentosos, técnicos eficaces, y todo al servicio de muy buenos textos. Y por encima de todo: una mano directriz firme y creativa. Esto justamente sucedió hace algunos meses con una producción del grupo cultural La Pluma Azul, estructurada a partir del recurso de varias escenas autónomas, donde se alternaban el trabajo de actores y también los monólogos. Pero un rasgo interesante y singular de la propuesta fue que la unidad del conjunto iba mucho más allá del título unificador: estaba presente en el clima general –de intenso espesor dramático, y muy adecuado para la celebración de la poesía- que era el leit motiv en todas las secuencias, exceptuando la pequeña obra del final en franco tono de comedia. Lástima
que fueron nada más que dos o tres funciones, en un escenario alternativo
y con poca difusión. Visiones
merecía –merece- una reposición, el privilegio de una temporada más
extensa, y la oportunidad de ser vista por un público selecto ávido de
un nivel artístico que muchas veces los grupos y elencos más conocidos
no aportan. La
excelente dirección de Alicia Preza se jugó en La
misión –el primer cuadro escénico- a la apuesta por un tono de
misterio sostenido. Logró hacer rendir muy bien en su actuación a
Marizel Repetto, a Catherine González y a sí misma, y un poco menos a
Gualberto Martínez. Y, por encima de todo, cumplió la proeza de atrapar
al espectador, pese a faltarle al texto –de su autoría- un mayor
espesor. Posteriormente,
el buen poema de Sandra Miguez, Ramales,
permitió a la directora delinear un logrado contrapunto entre Marizel
Repetto y Catherine González. Pero
el plato fuerte del espectáculo fue la interpretación de varios poemas
de Marosa Di Giorgio. El poema 12 del libro Druida
, escenificado con solvencia por Marizel Repetto, Catherine González
y Gualberto Martínez. Y también, por los mismos actores, del libro Mesa de esmeralda el texto “El mar de Amelia”, y de La
flor de lis, “Para cazar insectos y aderezarlos”. Hubo
en esta parte de Visiones un
ritmo sin flaquezas, destacándose la muy adecuada dicción de Marizel
Repetto, que realzó lo esencial, es decir la poesía. Como
culminación del tributo a Marosa –a las claras: objetivo primordial del
espectáculo- la propia Preza se animó a interpretar en solitario el
Poema XXV de uno de los libros fundamentales de la poeta salteña: Historial
de las violetas. En la demanda, logró sortear los peligros siempre
latentes en los monólogos en base a poemas: la retórica, el recitado, la
grandilocuencia. Pero más aún: su actuación resultó intensa y
brillante, mostrándola como una actriz en la antesala de grandes papeles.
Como
culminación se eligió –con acierto- un texto diferente, en tono de
comedia y parodial. El asunto siguió siendo la poesía, pero desde una
mirada diferente: el anacronismo y lo patético propio de ciertos
agrupamientos de versificadores mediocres, esos que tan certeramente
bautizara alguna vez Marosa Di Giorgio llamándolos Golondrones. La pequeña
obrita, de Alicia Preza, es una muy buena caricatura de tales cenáculos
marginales de la literatura, que se pueden encontrar aquí o en cualquier
parte. Misión poética es el título
y la acción transcurre en el momento de la transmisión televisiva de uno
de estos encuentros. Las
actuaciones muy buenas, empezando por la muy disfrutable composición
realizada por Marizel Repetto
de su personaje de la conductora, Cony Flores. Estuvo muy bien secundada
por Gualberto Martínez como el ridículo poeta Rómulo Reyes, Catherine
González en el papel de una muy zafada adolescente autora de versos eróticos
llamada Cindy Vera, y la propia Alicia Preza como la impagable
Justina Etna (una poetisa en general depresiva pero que arde –como el
volcán a que alude su apellido- cuando está en trance lírico). Es
justo destacar, como apoyos fundamentales para el espectáculo: las luces
de Gabriel Corina, la utilería a cargo de Valeria Nantes, y el diseño gráfico
de Gualberto Martínez. El resultado general: un muy solvente espectáculo que transcurre sin fisuras. Un buen ejemplo de que también en Montevideo la creatividad escénica puede tener más vitalidad en el Off que en el a menudo demasiado previsible circuito de los grupos de prestigio y renombre. |
Alejandro Michelena
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