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La legendaria tertulia de la revista El Escarabajo de Oro |
ABELARDO CASTILLO: “El Tortoni era nuestra redacción” |
Entre
los narradores de la generación posterior a la de Julio Cortázar y
Ernesto Sábato, se destaca de manera especial Abelardo Castillo.
Novelista y dramaturgo estimable, y por sobre todas las cosas
maestro en el relato corto. Los Cuentos Completos (Editorial
Alfaguara, Buenos Aires, 2003), dan al lector la cifra de las
posibilidades de este formidable escritor. A
través de varios años —durante toda la década del sesenta y hasta
mitad de la siguiente— Castillo cumplió además una trascendente labor
cultural al frente de tres revistas literarias que, en perspectiva de
tiempo resultan ejemplares: El Grillo de Papel, El Escarabajo de
Oro, y El Ornitorrinco. A través de ellas, y de la peña literaria que pretextaron
en varios cafés de Buenos Aires, y sobre todo en el Viejo Tortoni de
Avenida de Mayo, el magisterio informal de Abelardo Castillo fue
creciendo. Lo secundaban en esa empresa, que tenía mucho de quijotesca,
otros narradores valiosos como Liliana Heker, Vicente Battista, Bernardo
Jobson, Isidoro Blaisten, Ricardo Piglia, Humberto Constantini, Arnaldo
Liberman, Sylvia Iparraguirre, Miguel Briante, Vicente Battista y Ramón
Plaza, pero también excelentes poetas como Horacio Salas. La
significación de este grupo intelectual, y la onda expansiva de sus
revistas, han sido ya analizados por la crítica, que remarcó su aporte
sustancial al acontecer cultural de aquellos años. Pero resulta
interesante el testimonio personal de su figura mayor, Abelardo Castillo,
centrada en el recinto que viernes a viernes y durante años acogió al
grupo: el tradicional Café Tortoni. Este
corto diálogo tuvo lugar en medio del húmedo invierno bonaerense, en el
cálido apartamento que el escritor comparte con su esposa, la también
narradora Sylvia Iparraguirre. El autor de Las panteras y el templo
estaba recuperándose de una dolencia que lo había tenido literalmente en
“cuarteles de invierno”. Convinimos entonces en no quitarle demasiado
tiempo. El
objetivo era que evocara la segunda tertulia cultural más importante que
tuvo el Café Tortoni. La primera había sido la histórica “peña”
que integraron Benito Quinquela Martín, Juan de Dios Filiberto, Baldomero
Fernández Moreno, y jóvenes de entonces como Jorge Luis Borges, Ulises
Petit de Murat, Xul Solar y Raúl González Tuñón. Un
escarabajo en el café “El
Tortoni —comenzó diciendo Castillo— era la redacción de El
Escarabajo de Oro. Era el living de la casa que ninguno de nosotros
tenía en aquel momento. Era el lugar donde prácticamente hacíamos todo.
Ahí se leían los cuentos y se decidía qué era lo que se iba a
publicar. En esas viejas mesas discutíamos los editoriales de la revista,
y redactábamos hasta el más pequeño suelto. Nos
reuníamos en el reservado de la izquierda todos los viernes. Éramos como
una especie de horda, que llegaba y ocupaba varias mesas, que componían
de esa forma una más larga. Nadie podía permanecer cerca conversando
normalmente, porque nosotros vociferábamos incesantemente acerca de los
problemas de la literatura, o si no estábamos criticándonos con dureza
los textos que traíamos”. -¿Cuánto
tiempo pasaban allí? -Desde
las ocho y media de la noche hasta la madrugada, y a veces
nos quedábamos en el café hasta que cerraba (si es que cerraba
alguna vez el Tortoni...). A veces, ya muy tarde, íbamos también al café
Los 36 billares, por la misma avenida y más cerca de la plaza del
Congreso. Lo cierto es que las reuniones empezaban a las 8 de la noche y
terminaban a menudo a las 10 de la mañana del otro día... Todo el tiempo
que podíamos lo gastábamos en el Tortoni. Para nosotros, ésa era la única
manera de concebir la tertulia de café. -Ya
no quedan en Buenos Aires lugares que
permitan tan larga permanencia. -No.
No es así. Yo creo que en esta ciudad todavía se pueden encontrar esos
lugares especiales. Lo que pasa es que ahora quedan muy pocos cafés
abiertos toda la noche. Me refiero a los “Cafés, cafés”. Antes era
muy común que cualquier negocio de estos estuviera abierto hasta el
amanecer, y vos podías salir de allí a comprar un libro a las 5 o 6 de
la mañana, porque también las librerías permanecían abiertas.
-¿Entre
qué años se reunieron? -Desde
1959 hasta 1974. Creo que en el Tortoni empezamos alrededor de 1960 y
estuvimos hasta el 74, durante toda la etapa del El Escarabajo de Oro.
Fueron unos15 años. Cuando salió El Ornitorrinco , en el
76 y ya bajo la Dictadura, era muy difícil encontrarse en cafés o
lugares públicos porque estaban prohibidas las reuniones. Además, habían
establecido el Estado de Sitio... Desde entonces los encuentros pasaron a
realizarse en mi casa. -¿Y
cómo llegaron al Tortoni? -Los que me llevaron allí fueron Constantini y Liberman. Porque andábamos buscando un lugar para reunirnos. Primero lo hacíamos en el Café de los Angelitos (el del tango de Razzano y Cátulo Castillo), en Rivadavia y Rincón. Y finalmente recalamos en el Tortoni, donde por fin nos establecimos. |
Alejandro Michelena
Se agradece la colaboración operativa de la escritora Marisa Guevara, a los efectos de la concreción de esta nota.
Nota publicada en La Jornada Semanal de México.
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