El chicle.
“Los chicles te hacen mal porque te tiran los dientes y si te los
tragás, se te van pegando en la panza y te pueden matar”.
Cuando emergía el imponente busto de la sargento Amanda por la
ventanilla, para cantar la lotería familiar a la visita, en el locutorio
del penal de Libertad, los allí presentes cruzábamos los dedos y hasta
los ateos se encomendaban a todos los santos. Cual gorgona mitológica si
la Amanda te miraba directamente a los ojos te podía convertir en
piedra. El familiar se arrastraba humildemente hacia la hembra alfa, con
la vista en el piso, para comunicarle que a nosotros no nos nombró.
“Número tal no tiene visita está suspendido”, y que no se te ocurriera
un gesto de interrogación o disgusto. Las razones generalmente o
sargenta-mente no se explicaban. Costó realmente poco entender de que
era inutil solicitarlas, corriendo el riesgo de incrementar el lapso de
suspensión en caso de “PONERSE CARGOSO”. El familiar asumía el castigo
como el recluso: inapelable, inexplicable, irrecurrible. ¿Un abrazo
(absolutamente prohibidos), quizás, con un compa en el patio?. Una
palabra de mas o de menos con un guardia, no levantarse a tiempo cuando
la requisa o la inspección diaria, UN CAMBIO DE HUMOR EN EL COMANDANTE
por la visita reciente del cuerpo inspectivo de la Cruz Roja, o por una
denuncia al régimen en un foro internacional, de Amnesty o de algún
político vernáculo, transitoriamente exiliado y trastornado, etc., etc.
A la enésima se podían elevar los caminos de los señores pa´ joder a los
presos; y a los familiares.
A veces se le comunicaba al familiar la suspensión apenas bajado de la
Cita en la entrada misma al penal. Otras, te petrificaba la Amanda
después de haber pasado los controles, entregado el paquete, la cédula,
un cacho de dignidad cuando te rezongaban y amenazaban por un par de
milímetros de pelo largo en exceso que tocara el cuello de la camisa
como en el liceo, pollera corta un par de milímetros por arriba de la
rodilla, un escote amplio que apenas mostrara un par de milímetros las
nacientes nutricias, una foto de cumpleaños de quince donde había
cuarenta personas y por un par de milímetros, faltaba al dorso la única
firma y cédula de la bisabuela fallecida recientemente.
Número tal no tiene visita está suspendido.
Si había algo en que la inteligencia militar ponía especial énfasis era
en la detección, requisa y seguimiento de cualquier tipo de mensaje,
comunicación cifrada o clave que pudiera ser introducida
clandestinamente por cualquier medio conocido o por inventar, al penal a
través de la visita.
Un número de teléfono anotado de apuro a lapicera en el dorso de la
mano, un boleto olvidado entre las pelusas de los bolsillos, un trozo de
papel de diario como plantilla en los zapatos, pero sobre todo entrar
masticando un chicle podía acarrear una suspensión de visita. Cualquiera
sabe la cantidad de información clasificada
que se puede pasar camuflada en un chicle masticado y baboseado. (Y eso
que por aquellas épocas la tecnología de los microchips estaba en
veremos).
Las revisaciones personales eran minuciosas y rigurosas. Los bebés eran
despojados de sus pañales, y las primeras visitas femeninas hubieron de
mostrar sus paños y tampones ensangrentados. Los hombres para evitar
demoras y situaciones enojosas, súbitas, bochornosas netamente
testosterónicas (benditas sean las mujeres) llegábamos lo más despojados
posible. La vieja, mi vieja, señora cincuentona, solía llegar
sobresaliente, intachable. Escote cerrado, pollera sin tajos, nada de
alhajas, peinado sobrio, sin maquillaje, mirada de cordero. Las lobas
feroces, inclaudicables, no necesitaron nunca de alharacas,. En aquella
visita traspasó los controles con el chicle pegado en los postizos, que
ni Mata Hari. Sin darse cuenta y sin preocuparse. Pero a la Gorgona nada
se le escapaba. Cuando Amanda cantó el número de cuatro cifras, y la
vieja largó hacia la ventanilla asignada, las víboras que convertían en
piedra la detuvieron llameantes:
- “¿USTÉ ESTÁ MASTICANDO CHICLE?”
-“¿QUIÉN?..
¡ GLUP!
-”¿YO...?”
- “DE NINGUNA MANERA.”
-AHHH !!, me parecía...
-”Pase”
La vieja murió años después, a causa un devastador cáncer de
estómago,contra el cual peleó,como no, por más de tres años.
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