La vida ya da su olor |
No sé por qué destino moriré esta mañana cuando todo esté virgen y el sol apenas llega. La hiedra siente el rudo abanico del Este, y el mar es todavía un posible misterio. Ya no soy necesario. El día que mi infancia fue un furor de aventuras quedé mudo en la orilla. Se han quebrado en la espuma y los restos prosiguen su pálido reflejo delante del abismo. Llevo una mano roja para siempre en mi espalda y entregado a las horas desando mi camino. Puedo morir sin causas también esta mañana, como ocurre en silencio la muerte del anciano, debajo de un arbusto al borde de un camino, mientras el río pasa. Esta noche, más tarde, cuando ya todo sea de nuevo un limo oscuro que el tiempo arrastra al vasto refugio de las sombras, conoceré mi tumba: las tres paredes negras y la otra brillante, el techo sin estrellas ni pájaros y el aire, una forma nocturna caída sobre el piso. Ni un deseo, ni un gesto, me moveré indeciso por la frágil canoa donde ayer me detuve para vivir de nuevo los aires que me rozan. He de hacer las tinieblas en mi breve dominio, yo el padre de mi carne reposaré a mi lado, me reflejo en mis ojos, y el viento en los jardines recordará en silencio que muero, y eso es todo. |
Jorge Medina Vidal
De Cinco sitios de poesía, 1951
La nueva poesía (antología)
Capítulo Oriental
Centro Editor de América Latina
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