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El cerebro maldito y sus esclavos

por Jorge Medina Vidal

Para algunos científicos y pensadores, el Hombre es dentro de la escala filogenética el más desgraciado de los animales y el mayor extravío de la Evolución. Dicen que los “ignorantes-sabios” que nos precedieron en los siglos post-renacentistas, centralizaron sus estudios en el cerebro, documentando a través de las Edades su mayor proporción, y así poder definirlo como: “Homo sapiens sapiens”; privilegiando ese órgano y uno de sus productos más escandalosos como es la propia Ciencia moderna. Seríamos la caída final de la materia viva y el testigo visible de esa degeneración está en el cerebro; esa masa viscosa que se enrosca igual que una víbora en su cubil (pero siempre preparada para el salto asesino). El es nuestra desgracia y el símbolo de nuestra maldición: —“Que no hay mayor dolor que el dolor de estar vivo, ni mayor pesadumbre que la vida consciente”.

Parten de un principio funcional del cerebro, como si fuera la barrera más poderosa inventada para separarnos del mundo (de la llamada “realidad”) y concluyen que nos condena para siempre a conocer lo que nos rodea a través de infinitas tautologías,, como los laberintos de Borges. El cerebro, o mejor dicho, lo que él representa como funcionalidad, no nos abre perspectivas ni nos conduce a nada, porque en su lenta evolución tuvo como norte el empeño de encerrar en capas y más capas ala pobre “vida” aprisionada en sus orígenes y envuelta como una ostra por un entusiasmo digno de mejor causa. Su gran producto es la “inteligencia”, pero ésta posee una actitud primordial: el olvido, porque si no fuera por el cerebro selectivo cuya función es servir de criba, nos acordaríamos de todo o nos integraríamos al “conocimiento” directo como los seres perfectos de la vida, los diminutos protozoarios (Oh! manes de “Funes el memorioso”).

Ya Bergson a principios del siglo XX protestaba contra la “inteligencia”, esa secreción hostial del cerebro que vive en perpetua lucha contra la intuición, que es un relámpago prístino entre dos tempestades. “Cerebro” y “realidad” son fuerzas contrarias, y para destruirla el primero usa métodos mezquinos, clasificaciones, interpretaciones numéricas y sobre todo ese feroz acto de independencia que el cerebro postula frente al cosmos, sin darse cuenta que él mismo es un capricho costosísimo que nos condenó a los seres humanos a crear la artificiocidad de todo lo que no es vida para luego caer, sin pena ni gloria en “la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos”.

Pero, siguiendo con este razonamiento, el cerebro tiene dos aliados o cipayos serviles: —el Lenguaje y las Manos—, ¡Oh! la manos. Si consultamos la Biblia enseguida y junto a Job vemos la presencia de las manos de Satán, porque el Señor le dice a este: -“Mira, está en tu mano” (yad) (2-6), y ese poder nefasto parecería que mueve los hilos traicioneros y engañosos que nos llevan a la auto-eliminación. Entonces, si el Hombre fuera una etapa en la cefalización de los Primates, las manos son de una ayuda invalorable para el egoísta cerebro, que trató siempre de alejar de su masa las funciones peligrosas, instrumentales y de defensa que hasta la aparición de los homínides estaban concentradas en las partes anteriores de la dentición. Este relevo de la boca por las manos permitió que el Lenguaje se especializara y la locomoción pronograda de los monos fuera sustituida para embarcarse en la conquista de las llanuras. Otra vez nos encontramos con las manos, las solícitas manos, las esclavas manos, las maravillosas manos, principales modificadoras de la “realidad”, que todo lo acometen como su despótico Dueño, el cerebro y que a algunos desorientan por lo sagrado y lo profano que a veces las obligamos a hacer. Por eso, podemos acercarnos a una reflexión de Gabriel García Márquez, más allá de su atrevimiento, en una oportuna página de “El otoño del Patriarca” que enfrenta las manos en sus grandezas y sus miserias: —“carajo, cómo es posible que ese indio (¿Rubén?) pueda escribir una cosa tan bella con la misma mano con que se limpia el culo?”.

 

por Jorge Medina Vidal

 

Publicado, originalmente, en:  Jaque Revista Semanario - Montevideo, 18 al 25 de Mayo de 1984 Año 1 N° 23

Gentileza de Biblioteca digital de autores uruguayos de Seminario Fundamentos Lingüísticos de la Comunicación

Facultad de Información y Comunicación (Universidad de la República)

Link del texto: https://anaforas.fic.edu.uy/jspui/handle/123456789/3075

 

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