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ana
ana la taza
ana la mesa
ana la silla que tengo enfrente
(ana vacía con gusto a muerte)
ana la gente
ana la plaza
ana la tarde ana que muere
ana vacía
ana
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Dios es un ser infinito

y tú eres Ana

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ana
las peras se cayeron
y nadie las ha mordido
y nadie las ha pisado

todavía

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un buzo blanco le cubre el alma
cabellos negros
-muy negros-
descienden suaves sobre su espalda

son violetas espectrales
sus dos ojeras
lleva un vestido azul
tiene la piel naranja

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ana

no estás en el árbol

ni en la casa


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llanto celeste del divino cielo
ana no pasó
por aquí corriendo
llanto misterioso
llanto celeste del divino cielo


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ana
el amor ausente no tiene ríos
ni márgenes

ana
tú estás
aquí conmigo

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ana
ana el misterio
ana la pureza del misterioso velo


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quiero girar dentro de ana
quedarme en su nombre
girar y quedarme
quedarme en su risa
girar y quedarme
quedarme en su aliento
girar en su hueso
quedarme en su sangre
quedarme en su vientre
girar y quedarme
quedarme
quedarme
girando
tocando
lo puro de ana


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ana
ana la calle
ana la gente
ana pasando pastoralmente
ana los ríos sobre los puentes

ana la fuente
ana la tarde que crece
ana la noche

ana

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el corazón de Dios
está en tu boca
- en tu boca la porcelana del invierno maduró
germinadora-

para quien la toque
con sus manos de arroz

Horacio Mayer
Hay una esfinge de humo en el fondo de las cosas
Ediciones Aldebarán. Montevideo, 1999.

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