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hay una esfinge de humo en el fondo de las cosas
una voz
una señal de dolor

puertas que quieren abrir puertas
lienzos que desprecian su condición
tules que quisieran
poder rasgarse
sábanas que anhelan
abandonarse
desprenderse
de su angustiado blancor


huecos que suspiran
por albergar a Dios

hay una voz
en el alma de las cosas

una silenciosa voz

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en el aire se sienta el dueño
se asoma a pensar

yo tengo el día
poseo el sueño

y se duerme
en el aire

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en las botellas
había un misterio
estaban las dos vacías y abiertas
y no se pudo saber
si sentían sed
o miedo

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sociedad sociedad tremenda
no cortes árboles
de tu senda
el árbol que juega con la luz del sol
sabe también penetrar la tierra

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la boca

la mirada perdida

la piel sentada
sobre el esqueleto

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Hoy estoy
rodeado de palabras

La silla me cuenta
su pasión de esclava
la cama revela
deseos de danza
la mesa blasfema
quisiera ser cama
la puerta me pide
que vuelva a golpearla
las cosas me hablan
me buscan me llaman
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si todas las cosas musitan
la muerte de tu existencia

diga tu voz lo que espero
diga tu voz lo que espero

si todas las cosas musitan
la muerte de tu existencia

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casas viejas destruidas por el tiempo
era una primavera que ya murió
las palabras eran dulces el amor verdadero
en tu lecho mientras tú dormías
yo estuve despierto una noche entera

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tan solamente recuerdos me quedan de ti
enhorabuena tan solamente recuerdos
raras son las veces en que te nombro
eres en mi soledad ni siquiera la causa de ella
sol de antaño ahora te diluyes en la niebla
invocando quizás maleficios contra mí
la luna nos envidiaba hace quince años
ahora ni cenizas me quedan de tus ojos

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dioses hay y diosas también
al caer el sol se aprecia la belleza del crepúsculo
no se montan los caballos para quitarles su libertad
a las inmensidades hay que ir con ellos

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santas eran las fieras
que se inflamaban de amor a su Señor
y que vivían descarnadas y con la desnudez irreverente
de sus almas
gobernaban sus pasiones dejándose incendiar por ellas
y dolidas de amor puro
anhelantes del feliz abrazo eterno con su Amador
desafiaban a la cruz y a las tinieblas y al mundo oscuro
y al llegar el momento sollozaban lágrimas salvajes
porque había un niño inmaculado en la cuna
pero no podían tocar el cuerpo entero de Dios

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el que a momia mata
a momia muere
caballero que se quiere
no se aliena en su armadura

es invencible la guerra

cuando la libran almas oscuras
es preferible la santa
paz de los sepulcros

Horacio Mayer
Hay una esfinge de humo en el fondo de las cosas
Ediciones Aldebarán. Montevideo, 1999.

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