Posada en el faro Cuento de Isidro Más de Ayala Suplemento dominical del Diario El Día Año XXVI Nº 1263 (Montevideo, 31 de marzo de 1957)
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El ómnibus os ha dejado en el sitio mas próximo al Cabo, a una legua y media. Después de pasar unos medanos, que están entre el carretero y la playa, debéis continuar por ésta a pie hasta el faro que véis allá, a la distancia, sobre un promontorio de rocas que se perfilan en el mar. Camináis así bordeando la orilla, que las olas en continuo vaivén festonean con sus ondulaciones de espumas. Os llama la atención, a lo lejos, una masa oscura, férrea, como un enorme tanque de guerra, que está allí mitad en la arena, mitad en el agua, y al cual os vais aproximando. Cuando estáis cerca véis que es un carguero encallado. Y, como sois curiosos, habéis ascendido a él por la escala de cuerdas que cuelga a un lado, y allá arriba habéis encontrado al guardián y os ha referido el naufragio. Llegáis a saber así que es una barcaza de desembarco que sirvió a los americanos en Europa. Podéis ver su vientre —que llevaba los tanques— y las compuertas de su proa— por las que aquéllos bajaban. Quedó encallada en Normandía, y fue puesta a la venta. La compró un comerciante argentino para el transporte de maderas del Brasil. Ya había hecho varios viajes. Generalmente, con una balsa a remolque para mayor carga. Hasta que un temporal la arrojó a la costa, en la Punta de las Calaveras. Se intentó zafarla, pero volvió a encallar en la playa próxima, donde ahora está retenida por la arena. Y ha ido perdiendo sus útiles: los botes, los faros, las barandas; y pronto quedará reducida a su casco. El guardián, que está solo a bordo, tiene deseos de conversar. Cuando le dejamos, ya está anocheciendo y debemos apresurarnos para llegar con luz al faro. Sale a vuestro encuentro un perro ovejero que, sin conoceros, os hace fiestas. Llega con alegría hasta vos, refriega su lomo en vuestras piernas, y su cola se mueve con regocijo. El perro no os ha ladrado. Le habláis y, a vuestra voz, se abre una puerta y sois invitado a entrar. Y dando las buenas noches pasáis a una cocina comedor donde un hombre encorvado vigila una olla en el fuego. Otro hombre, junto a una mesa de madera, corta tajadas de pan. Don Andrés, el farero, es aquél. Don Valentín, su segundo, es éste. No os preguntan de dónde venís, ni las novedades que traéis del pueblo, ni si portáis periódicos. Apenas, si os preguntan si habéis encontrado el campo muy seco, si creéis que lloverá pronto, y luego os piden que os sentéis a la mesa. Cuando se trae la olla donde humea la sopa, el viajero que es cronista comienza a preguntar. Sabe así que el farero lleva cuarenta años de trabajo. Que pasa años sin ir al pueblo. Cuando va, se aburre, y vuelve al faro. En verano, suele venir la familia. Su hijo, que está en el liceo. El invierno lo pasa en compañía de su perro, que ahora está a sus pies. —Es un animal raro. No ladra a los que llegan. Más bien, va a su encuentro moviendo la cola El segundo farero dice que durante el invierno pasan semanas enteras sin que nadie llegue. Don Andrés habla poco. Tiene largos silencios. Muy serio y concentrado. Hace largas pausas, mientras nos dice que no saldrá de este Cabo. Siente que su corazón le golpea cada vez más al subir a la torre a prender y apagar la gran linterna.' Deberá jubilarse. Pero va haciendo, despacio, un rancho de adobe, allí cerca, para cuando deje su puesto. La sopa termina. Y es entonces cuando don Valentín a quien le gusta conversar, nos cuenta la historia de las dos palomas blancas de la Isla Encantada. Una de las islas de arrecifes que están frente al cabo se llama La Encantada. En ella hay un casal de palomas. Dos palomas blancas que llegaron hace cerca de un siglo. Don Valentín se lo oyó decir a su padre, y éste se lo oyó al abuelo. Las veremos mañana, cuando aclare. Y esas palomas hacen milagros. —Hace unos años, estuve muy enfermo de la garganta. Me apretaba cada vez más y tenía las fiebres. Ya había decidido ir al pueblo. Estaba sobre unas rocas cuando pasaron las palomas, y una de ellas casi me rozó la garganta. Me curé. Y ahora no sé lo que es un dolor. Otra vez, esperábamos una carta... Fuera ruge el mar. Debe haberse levantado niebla porque don Andrés, pidiendo permiso con muchas finuras, nos abandona un instante, y luego escuchamos sonar la sirena del faro. Periódicamente ulula una larga nota grave. Os sirven más vino, y cuando os interesáis por los naufragios, don Valentín cuenta: —El último fue el año pasado. El barco que usted habrá visto en la playa. Ya anocheciendo vimos llegar, buscando refugio en la ensenada, una barcaza de carga con una balsa a remolque. Son las que llevan madera del Brasil a Buenos Aires. Venía luchando con el temporal. Se desprendió la balsa y se perdió. Vimos desde la costa cómo la buscaba con sus faros. Siguió en su busca para el norte, y a la otra madrugada volvió. La balsa con cuatro hombres fue a encallar en Río Grande, después supimos. El temporal seguía. Desde el faro, don Andrés y yo seguíamos las maniobras. La barcaza era llevada y traída por el temporal. Finalmente, vino a encallar en las rocas de la Punta del Diablo. Yo le había oído a mi padre que mi abuelo con el lazo había hecho salvatajes. Me acerqué a caballo todo lo que pude. Tiré el lazo y enlacé un farol. Y por el lazo se fueron viniendo los seis hombres que estaban a bordo. Y luego el naufragio del “Santa Elena" que está del otro lado en la playa de Aguas Dulces. Y el “Traverso”, del que mañana os mostrarán lo que queda de sus calderas. Afuera, la sirena sigue sonando. Un resplandor pasa y vuelve a pasar por la ventana de la pieza donde váis a dormir. Habéis comido bien, y quizás bebido un poco de más. Os dormís en seguida. Y soñáis con un perro amigo que os hace fiestas, dos palomas encantadas y, tirando el lazo desde la costa a unos náufragos, don Valentín. |
Cuento de Isidro Más de Ayala
Suplemento dominical del Diario El Día
Año XXVI Nº 1263 (Montevideo, 31 de marzo de 1957)
Gentileza de Biblioteca digital de autores uruguayos de Seminario Fundamentos Lingüísticos de la Comunicación
Facultad de Información y Comunicación (Universidad de la República)
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Isidro Más de Ayala en Letras Uruguay
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