Ojos amarillentos |
I
Lo había tomado bajo mis órdenes. John tenía los ojos amarillentos (nunca tomes a alguien con esos ojos) y ya desde el primer momento se movía como una maquinilla infernal. Yo lo observaba y no podía evitar burlarme de él. Verlo laburar con esa exactitud, ese apetito voraz por hacer las cosas bien, y la búsqueda permanente de la perfección, me hizo ligar todo eso con sus ojos amarillentos. Aquellos movimientos compulsivos y la frialdad implícita en su fanático desprecio por las virtudes del ocio, me hicieron pensar: ¡pobre tipo!, parece pertenecer a otro planeta y no sabe lo que se pierde, no sabe nada de la condición humana. Así pasaron los días. Mientras el hombre de los ojos amarillentos producía, innovaba, creaba, yo dejaba que mi mente fluyera hacia las cosas importantes, mientras mantenía una mínima atención sobre mi trabajo.
II
El león agitaba su melena en la que fuera un día el África Ecuatorial Francesa. Su mirada divisaba cualquier movimiento de un ser vivo en kilómetros a la redonda. Es un animal noble —por algo es el rey de la selva —, pero también cruel, como la vieja realeza. Su crueldad, que anida en sus ojos amarillentos, lo lleva a aniquilar de un bocado a cualquier animalejo. Aunque solo fuere para ingerir una pequeña porción de su carne, dejando la mayor parte del botín a las hienas, pobres bichos carroñeros de segundo nivel. En cuanto a los humanos, ya ha pasado mucho tiempo desde que descubrió que eran aptos no solamente para ser comidos.
III
Las cruzas con humanos se han multiplicado y en cada centro importante de poder centellean unos ojos amarillentos. Los hechos se han precipitado tan rápidamente que no nos hemos percatado. Todos desean pertenecer al nuevo sector privilegiado de la sociedad. Los viajes a África se han multiplicado. Los leones de ambos sexos son tentados con todo tipo de elementos afrodisíacos. Pero ellos —ley de oferta y demanda mediante —, se hacen rogar. Mientras John ocupa ahora un sitial importante en las nuevas estructuras leoninas de la sociedad, yo mantengo mi rebelde e inútil bohemia, a la espera de la dentellada final. |
Iche Marx
sukrams21@gmail.com
Del libro "Camino al cementerio" publicado por Editorial Rumbo en Julio
2012
Editado por el editor de Letras Uruguay
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