El escondite de la abuela musical |
Hoy sí tengo ganas de escribir…de
contarles a todos un aspecto de mi historia que parecía estar
ya guardado
en ese baúl donde ponemos lo más bello y también lo más
doloroso y cada vez lo sellamos de múltiples formas para que alimente
nuestra alma. Hoy abro el baúl para rescatar el recuerdo de mi abuela y
la sabiduría de mis padres…
“ Hola,
me
llamo Camilo y
desde que nací hace
20 años vivo en la misma casa junto con mi padre Ricardo, mi madre Ana ,
mi hermano Luis y hasta que tuve 10 años con mi abuela Ofelia, la madre
de mi
padre
La abuela Ofelia…o la “abu” como le
decía ¡qué personaje! A pesar de que ya ha pasado mucho tiempo, cuando
la evoco,
veo que tengo un
recuerdo muy vívido de ella. Porque su presencia en mi vida-
aunque breve - fue intensa.
Como mis padres siempre trabajaron mucho, la
abuela Ofelia se encargaba de hacer muchas cosas en la casa , pero
especialmente lo que más disfrutaba era jugar conmigo, sacar muchas
fotos, enseñarme cantos
e
inventar juegos
A los dos años yo ya sabía una cantidad de
cánticos tradicionales y con mi incipiente pero ya rico lenguaje la
imitaba también bailando cuando hacía ritmo de candombe o me ponía un
disco de Rada que yo amaba.
-Tienes una “memoria formidable”
me decía riendo mientras yo intentaba repetir “formidable”.
Porque también a ella le gustaba enseñarme palabras largas y difíciles
y a mi aprenderlas.
A
la
abu – le gustaba tanto cantar, que
hasta
jugábamos con las canciones.
-¡Ahora a cantar la misma canción en “cámara
lenta”!
-¡Ahora “rapidísimo”...
-¡Ahora “con voz de bebé”!
¡ “Con voz de risa”! ¡ “Con voz de llorón”! …y nos
divertíamos muchísimo ; también cambiándo las letras y la
entonación
.
¡Pah! Cómo me gustó cuando me enseñó el
canto-juego
“¿Lobo está?”.
Aunque en mi fantasía infantil
me
daba un poco de miedo de que la abuela se convirtiera en lobo de verdad,
era un miedo seductor . Un día – sin duda porque se dio cuenta de mi
gusto y miedo al mismo tiempo- me enseñó a ser yo el lobo y ella la niña
que tenía miedo.
Fue
“fabuloso” y “extraordinario” -para usar de esas palabras difíciles
que me enseñaba y yo repetía orgulloso- perseguir a la abu por toda la
casa.
-¡Vamos a hacer “cuevitas”- de pronto
me decía con tal entusiasmo que yo me prendía en seguida. Y sacaba
sábanas
y armaba
pequeños refugios y nos metíamos en ellos y
yo sólo invitaba a
entrar
a muy pocos: a mamá , a papá y al Oso Panda, que me acompañó toda la
infancia.
A veces salíamos
a pasear..siempre en taxi.. porque aunque yo le decía:“abuela me
gusta el ómnibus” ella decididamente optaba por el taxi para
trasladarnos..Un día cuando tenía unos cinco años le pregunté porqué
no tomábamos ómnibus y ella me dijo con total naturalidad :“Porque los
ómnibus van muy rápido y mis manos
se mueven un poco...además los pasamanos para agarrarse fuerte están
muy altos para mi”
Fue la primera vez que le pregunté “¿abu
por qué se mueven tus manos?”,. Yo ya había visto su temblor pero como
estaba descubriendo que las personas eran tan diferentes no me resultaba
tan llamativo.. Además yo siempre me sentí muy seguro cuando me llevaba
o traía de algún lugar ...ahí sus manos se ponían firmes y no me
soltaba aunque yo tironeara.
.-“Mis
manos se mueven porque tienen una enfermedad...me respondió--- pero
no te preocupes, tal vez otras partes de mi cuerpo van a
bailar también más adelante.”
A
partir de ese momento alguna vez viajamos en ómnibus. El viaje más largo
fue a la vez una experiencia fuerte, cuando me invitó a ir tres días a
casa de mis tíos en Punta del Este sin mis padres…sólo ella y yo. No
recuerdo bien, creo que tenía casi cuatro años. Fue
fuerte aunque no recuerdo detalles, pero creo que significó un
momento de crecimiento importante para todos. Aunque pasé bien creo que
me di cuenta de cuánto quería a mis padres.
Ella también jugaba, cantaba y reía con
mis primas y con mi hermano que llegó después, los acunaba, les enseñaba
canciones
y yo la escuchaba
con cierto dolor en la barriga cuando les decía que eran
“divinos”…especialmente me dolía la barriga cuando venía mi prima
y se quedaba a dormir. Era su nieta mujer y la embaucaba con sus risas y
mimoserías mujeriles la muy granuja. De todos modos no sé…tal vez
porque yo fui su primer nieto teníamos una comunicación muy especial…
Increíble ..ya han pasado ya diez años de
aquella mañana que recuerdo nítidamente en que me desperté sobresaltado
por un ruido de voces nerviosas y pasos apresurados .
Pregunté qué pasaba y me dijeron que
siguiera durmiendo otro ratito o jugara en mi cuarto.
Pero quedé por allí quietito mirando a mis padres correr de un
lado hacia otro y creo que empecé a “darme cuenta” cuando entraron
los médicos.. Ahí si rompí en llanto y no había forma de sacarme….
lo único que quería era entrar al cuarto de la abuela para pedirle la
leche que me preparaba todas las mañanas antes de ir a la escuela.
No me dejaron entrar por un rato largo y por
primera vez
sentí
bien de cerca el alcance de
la
palabra “muerte”. “La abuela murió”- me dijo papá abrazándome
como para no llorar y después me llevó al cuarto a verla . Estaba como
dormida ,sólo que ni siquiera roncaba…porque
aunque
ella siempre lo negaba y nosotros nos reíamos..roncaba casi como una
corneta estridente.
Aunque mis padres me explicaron que morir es
una parte de la vida y que todos moriremos algún día, yo empecé a
comprender realmente “qué significaba morir” cuando pasaban los días
y la abuela no aparecía por ninguna parte. Entonces
fui conociendo otros
sentimientos
tales como tristeza o nostalgia…
Como yo lloraba y quería que mi abuela
volviera, al comenzar la segunda semana mi padre me invitó a salir y me
dijo “alégrate, vamos a encontrarnos con la abuela.” Yo quedé
sorprendido porque hasta hacía unos días me decían que al morir una
persona solo la veíamos en nuestro recuerdo y la sentíamos en nuestro
corazón
Pero sentí a papá tan seguro que fui
contento a su encuentro… Me llevó al Parque Rodó ,
que
yo conocía bien porque muchas veces iba con ella .Nos
sentamos en un lugar alto y me dijo.:
“cada vez que quieras encontrarte con la abu te vienes a este
lugar que era su preferido y
ella
eligió para dejar sus cenizas”.
Porque lo que murió fue su cuerpo que
estaba enfermo ¿te imaginás como sufrirían las personas si vivieran
eternamente con el mismo cuerpo? Además
para que la vida continué en el planeta necesita un reciclaje
permanente :Y por suerte la
ciencia
ha descubierto que “nada se pierde todo se transforma”..
La abuela dejó su cuerpo que ya le era
molesto y se transformó en tierra que alimenta los árboles, en viento
que trae el sonido del mar , en espuma de las olas que siempre regresa a
la orilla, en cerro donde los niños juegan a deslizarse y está en el
lugar que siempre le gustó. Cada vez que la extrañes puedes
venir
a este
lugar.
Shhhhs
¡quedate bien en silencio y siente!... creo que en este momento
nos está acariciando con el viento suave
Y como todo se transforma, al retornar a
casa, mamá -que era también espiritual de otra forma- me habló de cómo
estar junto a su “esencia”, a eso que no es cuerpo, pero que todas las
personas tenemos.
Algunos le llaman
espíritu, otros alma ,otros vibración y también están quienes piensan
que con la muerte del cuerpo se acaba todo.
Me dijo que ella creía que había algo más, no importaba el
nombre que le pusiéramos –espíritu, alma, esencia…- y que eso lo
cuidaríamos en la casa.
Entonces me propuso una maravillosa idea :
transformar el cuarto de la abuela
en mi sala de música y el lugar donde recibir a mis amigos.
Me encantó la idea y supe en seguida que si
eso de que hablaba mamá existía- la abuela- desde donde estuviera, también
lo estaría disfrutando. . Lo pintamos, puse mis instrumentos musicales,
el equipo de audio, lo decoramos con láminas de mis músicos preferidos
en tres de las paredes. Una pared
la
dejamos para poner una foto linda de la abuela y las fotos más graciosas
mías que ella me había sacado. Sin duda el “espíritu “ o la
“esencia” (como decía mi madre) de mi abuela estuvo durante muchos años
acompañado por voces de niños que jugaban o hacían música conmigo.
Así fue como mi padre y mi madre me enseñaron
a comunicarme con las personas que morían , sintiendo sus vibraciones en
las cosas y lugares que compartíamos y disfrutábamos juntos . También
me enseñaron que es bueno olvidar y también es bueno
recordar.
En mi mente de niño supe pronto lo que era
olvidar porque como dice parte de un graffitti que
está
aún hoy cerca de casa “..la vida puede más”
También está bueno evocar cuando por algún
motivo se desatan los recuerdos . Ahí constatamos que las personas que
amamos o hemos amado y ya no están, habitan en nosotros en algún
escondite que encuentran adentro nuestro...
Creo que los viejos, que no siempre la
embocan, estuvieron muy sabios en lo que me dijeron e hicieron en ese
momento. No sé en qué lugar la abuela habita en todos los demás, pero
creo que como cuando jugábamos al ¿lobo está? yo ya le he hecho
“pica” y la he descubierto..
Tampoco sé bien que motivó esta evocación
y las ganas de escribir-les o escribir-me…que debe ser más o menos la
misma.. Tal vez el detonante fue, que hoy acompañé
a mi amigo porque su abuelo muy querido había muerto…
o…quizás…ahora que lo pienso mejor, ya viene de ayer cuando me senté
un rato en una plaza para tranquilamente
hacer unos llamados con el celular y de repente irrumpió un grupo
de ruidosos niños que – extrañamente para la época-
se
pusieron a jugar al “¿lobo estás?”. Ahora me doy cuenta que dejé el
celular a un lado y me puse a mirarlos y oírlos…y casi tuve un impulso
de peguntarles si podía ser el lobo…pero pensé que se iban a asustar
…ellos y más aún la mujer que los acompañaba….
¡Qué extraña y misteriosa suele ser
nuestra mente al elegir cuáles huellas guardar profundamente en los
surcos del cerebro y cuáles
borrar!
-Yo no sé César, cómo era tu abuelo, cuáles
eran sus lugares preferidos y qué te hacía quererlo tanto …yo solo te
cuento mi historia....pero encontrar el escondite de tu abuelo,
eso sólo tú podrás
hacerlo amigo.
Yo solo sé que a
partir de esa experiencia me gusta cada vez más
estar vivo, y que tampoco le temo a la muerte porque sé que
podemos encontrar escondites en los cuales ella no puede entrar.
Las paredes de ese cuarto están hoy
tapizadas por otros motivos…..hay grupos metaleros, mujeres
semidesnudas, graffittis…una colección de latitas y
de autos de carrera- ya que me encanta el automovilismo y por
supuesto los instrumentos musicales han variado; hay una guitarra eléctrica,
una batería y un tamboril…Lo único que permanece en el mismo
lugar-casualmente arriba del tamboril que tanto le gustaba a ella y debajo
de un afiche de la diosa Madona que me gusta a mi - es la foto de la
abuela, como una presencia que dejó una huella que por momentos se
desvanece porque seguramente se va a lo más profundo de mis raíces o se
esconde en mi corazón para bailar al son de mis latidos y en otros se
hace agradablemente
visible.
Si desde esos, sus escondites
preferidos pudiera cantarme, seguramente me
llegaría
este canto murguero… |
Edith Martirena
De "Tras las huellas del amor" . (inédito)
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