Acto I: El tipo (un policía) mata a su mujer delante de los dos hijos (que también son hijos de él). Y después manda a los niños que se metan en casa. Lo dijo tranquilo, “como si no hubiera pasado nada” (según el testimonio de un vecino). Antes había amenazado a la mujer (“te meto una bala en la cabeza”) y cumplió. La mató con el arma de reglamento.

Acto II: El tipo (un preso) mata a su mujer durante la visita. La ahorca en el baño del Penal de Libertad. Después (tranquilo) avisa a los carceleros e informa que ella estaba embarazada. Es posible que el hijo fuera suyo.

Da igual si los hijos son vivos o por venir.

El tipo del acto I es funcionario del Estado y el tipo del acto II un delincuente.

Acto III: Un conductor y murguista célebre rememora en vivo (en la radio) las andanzas (alcohol y mujeres) que vivió con un periodista amigo. Hablan del orificio tal y cual de las mujeres. Se ríen, comentan y festejan.

En acto I, II y III la mujer es un bicho, un ser a utilizar y tirar. Todo esto sucedió entre ayer y hoy en mi ciudad, Montevideo, 31 de enero de 2017.

(V.M. es documentalista e historiadora)