Que la conciencia no se ausente… |
Leo tus páginas funestas y con agobio descubro, fotos que me revelan en blanco y negro la guerra. Innumerables fusilamientos en Asturias, Barcelona, y en tantos otros pueblos que hieren mis sentimientos! Presos esperan hacinados en la Plaza de toros de Madrid el juicio final del malvado. Veo el miedo, el desconcierto en las caritas de los niños ante el desamparo de sus padres que al frente van a luchar.
Oigo los gritos gallardos de los combatientes ¿qué sortilegio los convocó para que se hallan reunido masivamente?. Oigo el llanto incansable de aquéllos que tanto sufren porque sus seres queridos en la guerra han perecido. Se me parte el corazón ver a esa madre esperar con paciencia y con temor a su hijo regresar, a sabiendas de que quizás jamás lo volverá a abrazar.
¡Ay cómo duele Guernica después del bombardeo…! cuerpos yacen por el suelo mutilados, amalgamados con escombros, losas, vidrios, en un desorden infernal! Guernica… Pueblo vasco ayer amado, y hoy en ruinas, visión fantasmal por el odio transformado! Con desesperación avanzo en la lectura con expectativa de que pronto finalice aquella devastación!. Pero a través de tus páginas me dices que aún no es tiempo de paz porque al igual que una pesadilla que dura una eternidad se ha prolongado este infierno por tres años de calamidad!
Y en Granada en medio de tanto horror el pueblo denunció apenado con un grito desgarrador ¡mataron a Federico! ¡mataron a Federico! A Federico García Lorca los sátrapas mataron, truncando su juventud y su genialidad creadora.
Y entonces yo te pregunto: ¿dónde quedaron los sueños, las esperanzas, de aquellos heroicos hombres que luchaban para derribar el poder, el egoísmo que en España pretendían restaurar? y tú me cuentas aterrado que bajo tierra quedaron, castrados, silenciados.
Y contrariada me entero que en la Guerra Civil Española venció el miedo, la necedad, la prepotencia, la perversidad. Venció, tal como la definió el poeta Antonio Machado, la vieja España la inferior, la que Franco capitalizó con toda aquella confusión, contando con la ayuda de Hitler y Mussolini, dos genocidas que la historia condenó.
Setenta años han transcurrido de aquella guerra fratricida y mi corazón se hace trizas por tanta sangre inútil, vertida! . Temo que los pueblos del mundo vuelvan a transitar por esos erróneos caminos.
Para no equivocarnos sugiero que la conciencia no se ausente; que el sueño sea colectivo; que en un apretado abrazo los hermanos nos reconozcamos; que por bandera tengamos los mismos valores, principios, objetivos; que determinemos el rumbo que transitaremos, y entonces como una profecía ¡la Revolución Social por la que aquellos hombres ofrendaron sus vidas dejará de ser una utopía…! |
Sonia Cecilia Martínez
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