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Siento una hiena en mi pecho
que no suelta mi corazón
y entre sus garras filosas
desangra, estruja, desgarra
con asco, rabia, desprecio
lo que en otro tiempo
era risa, canto e ilusión;
y en esa labor depredadora
sin ninguna compasión
al igual que un huracán se ensaña
en un proceso devastador.
El dolor siento
¡ qué tan hondo cala
derribando fronteras
que hasta el hueso llegó
quemándolo con ácida lengua
para que el hueco sea aún mayor!.
Sé, que después
aflojarán los odios y los temores
porque no hay mal que dure cien años
ni cuerpo que lo resista
y el sol dará calor a tanto frío
y la luna alentará nuevos ensueños
y en el cielo una explosión de estrellas
querrá inundar de emociones
a aquel espacio vacío
que ha quedado en mi corazón;
pero éste cual enfermo terminal
con paso cansino
recorrerá los pasillos de la vida
quizá,¡ más duro, más frío, e insensible!,
implacable como hueso o estaca
incapaz de latir emociones
que si alguien en el pasado
lo hubiera conocido
dirá hoy: -“aquí antes, había un corazón…” |
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