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Sentada algún instante
en silla hostil de mundo circular
pienso
- cuando me dejan -
como era, antes.
El mundo entonces
- yo creía -
asomaba un ala transparente
tendida a la inocencia.
Había la virtud
jugando como en arpegios
su música desde la boca limpia
de mi padre.
Creyente,
mi sed asimilaba su amor sin límite
ni dogma.
Yo miraba el agua clara
de un claro espejo
de una fuente clara.
Yo creía.
El mundo
ancho ilimitado estaba
revestido de una luz dorada
que surgía del entorno familiar
con armonía.
La música del alma
descansaba su ocio de existir
resplandeciente.
Y eran diáfanos
el día
el pan
el agua
y la palabra.
Noche que vino después
desde los siglos de la frente humana
buscando el sitio
mentido por los dioses
me hundió en la vorágine
En el remolino
que hostiga sin dar pausa.
Ahora
sirenas de mares remotos
cantan
cantan
cantan
su voz metálica en mi oído
desde siempre
hasta lo infinito. |