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Prólogo a
"Con el corazón a tientas" |
“Con
el corazón a tientas”
como dice en uno de los poemas, así parecen haber sido escritos los
versos de este poemario donde el amor
fluye entre vaivenes de esperanza y desolación. La pregunta esencial que parece surgir es cómo
hacer para que la mente le diga al corazón que aquiete sus latidos y
no desee deshacerse en
ternuras, talvez ya compartidas y olvidadas, talvez soñadas y en
esperas… Pregunta sin respuesta. Y sin solución posible, porque el
corazón humano no sabe de razones y ama y recuerda
y espera. Así, los versos se desenvuelven
entre sensaciones, dudas y desvelos: “Tengo
un mar de sensaciones/ un mar de preguntas./ (…) Sin tiempo /sin espacio
/ sin prisa. …” Y aún cuando el entorno distrae al espíritu
con su cuota de belleza, “Gaviotas
(…) en noche de marea alta / Susurro de aves /danza de encanto/ lento
respirar cual ola / que rompe en la bahía…” el corazón recuerda: “Vos
y yo / a la lejanía.” Y
la remembranza unida la contemplación se reitera en otro poema: “La
arena blanca / y la suave espuma / tu voz tierna / y la luna.// Será
el mar / las gaviotas / y este sueño mío./” Todo el poemario respira dolorida ausencia
y amorosa entrega. La pesadumbre y las dudas no alteran el sentimiento
persistente de la necesaria presencia del
“otro”. De entender que el amor debe ser compartido para ser
dicha presente. Hay momentos en que los textos relatan una gran
desesperanza. Así en “A veces”
leemos: “A veces no sé si estoy o no estoy / entre voces que ya no
dicen nada ,/ Recorro y miro y observo . / Sólo veo el borde de la
nada.” Y sin embargo, las voces que surgen de
estos poemas de Marisa Avogadro, sí, dicen mucho. Dicen de la vida, dicen
del corazón humano, que jamás se da por vencido en su búsqueda eterna
de la felicidad, mediante el acto maravilloso de darse en amor con la
esperanza irrenunciable de recibir la amorosa correspondencia de ese otro
al que se ama. La segunda parte de
esta obra está dedicada a una muestra original de la visión de la
poeta sobre su manera de apreciar los colores. Su sensibilidad actúa
sobre la psiquis y la intuición desafía lo convención para ofrecernos
una mirada diferente. Así los azules habitan la inmensidad, el blanco se
asocia a jazmines y perfumes orientales, el rojo es ebullición, uva,
amor, el verde la naturaleza en plenitud, el rosa se apodera de las flores
y de la ternura, el marrón se desplaza en la tierra y se yergue en la
montaña, asocia el amarillo con poesía y con aromas de paz, el naranja
preludia en azahares, el
violeta se funde en el arco iris, las viejas fotos le presentan al sepia,
los silencios inmutables obsesionan en el gris,
el negro es seductor y confidencial. Aunque no tiene color, lo
transparente está representado en el aire y la lágrima, y por último,
enlaza todos los colores en un Multicolor donde “todos
se unen y reflejan”. Talvez,
en este simbolismo de los
colores, nos está diciendo de las mil formas de las cosas, en las que la
vida, única y maravillosa, se multiplica y se recrea. En suma, dos partes de un libro escrito con
el corazón. Notas: [1] Marisa Avogadro. (Mendoza, Argentina) Master en Comunicación y Educación; profesora investigadora, ensayista; poetisa, narradora, periodista. Autora de trabajos sobre comunicación distinguida con importantes lauros, como Distinción Legislativa “Ejército de Los Andes”, en el área de letras y periodismo, 1997, Municipalidad de Maipú, Mendoza, Argentina; Primer Premio, 1994, Es Concurso Mujer y Comunicación, Instituto de la Mujer, Argentina. Coordinadora de la Sección RazónArte y Columnista de la revista Razón y Palabra, Proyecto Internet, Instituto Tecnológico de Monterrey ITESM), Campus Estado de México. |
Marta
de Arévalo
Noviembre 2009
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