La
madre de los siglos por Marta de Arévalo |
Lleva música mía LA VIVIENTE DE ARPEGIOS, me sostiene el latido con presencia de flor. Yo la sé vigilante con su ser intangible e inmortal la conozco en su acento de dios. Hace siglos y en tierra que no tengo memoria me donó las dos alas, el aliento y la voz. Y fundidas sus mieles se me hicieron sustancia y dormida en su entraña me aprendí su canción. En el lar de su cuerpo me nacieron los ojos - estos ojos rendidos de mirar lo interior - Nada tengo en mi suma que no aliente su trigo: el clavel de los llantos y el soñar tornasol. He aprendido despacio su volver sigiloso que en el tiempo infinito me encendió el corazón. Era pluma en el viento sin saber de su paso y hoy me tengo por suya en su mística unión. Muchas veces la supe y olvidé su cadencia, me cantó muchas veces en rimada ascensión. Y yo torpe, crecía, sin crecer en la muerte, y a la muerte volvía a aprenderla mejor. Hoy me asiste y tutela bajo un astro intangible. Mi pupila extasiada reconoce el fulgor y cautiva en la luz del sagrado lenguaje me inclino ante su imperio y le acepto prisión. |
Marta de Arévalo
De "La madre de los siglos"
Poemario escrito en 1981
Editado en junio 2009
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