La
madre de los siglos por Marta de Arévalo |
Estaban los profetas en su voz prenacida con mugido celeste testimoniando el Ser. Los Tronos sustentaba su luz de inmenso cisne y las Coronaciones nacían por su sed. Cantaba desde antiguo LA ANTIGUA AMANECIDA, sabía cuadratura y suma redondez. Fue ley de multitudes en dualidad sin límite y la llave del Uno con el Trino en la sien. Y quiso ser el Sueño soñando trascendida. Soñó todas las cosas su mente dual y fiel. En sí misma decía, a sí misma escuchaba, a sí misma se amaba nombrándose al arder. Con mil manos de seda se tactó plenamente y nació de su tacto anaconda y clavel. Y se amó con su boca de ondulante saliva y nacidos los ríos le lamieron los pies. Y se ungió con su óleo la Divina Sapiente y engendrados los sexos contuvieron su miel. Siete días y noches fue dormida en su lumbre y surgió de su llama el Arcángel Miguel. Y su leche de estrellas de sus senos manaba porque fuera su pecho de los dioses sostén. Siete días y noches fue encendida en su ansia y saltó de su cuerpo el radiante Luzbel. Y los siglos curvaban su cintura de trigo y ella espiga se daba en parir y crecer. Y al mirarse la entraña como tierra morada su mejor criatura floreció en el Ciprés. |
Marta de Arévalo
De "La madre de los siglos"
Poemario escrito en 1981
Editado en junio 2009
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