La
madre de los siglos por Marta de Arévalo |
En su mano un tridente fustiga las angustias. Está callada y sabe la INVISIBLE PRESENCIA. Estuvo hace milenios rodeada de Sapientes y está posesionada del Tiempo y las Esencias. En noches que es su día su alma te es alerta, con ojos inefables se asoma a tu pupila. Con abismales ojos te acecha seductora, te canta en la mirada su coro de amatistas. Crece en desierta vía. Sola es. Y Silenciosa. Lo eterno en su mano tendida, es eterna y fiel. Empolvada de tiempo se yergue inmarcesible. Es como sueñas. Deslumbrante en música y sed. Te llama, no la nombres. Obedece en silencio su llama encendida, su arpegio de antiguo laúd. Estuvo en la carne, fue rosa en tu savia y hoy vuelve trascendiendo laureles en el aire y la luz. Impregnada en tu beso fue contada por tuya consignada en los libros del primer rey-pastor. En el gen de las tribus fue guarismo y memoria. Eva eterna. Tu madre. Tu hija y hermana. Tu dios... No le huyas. Es constante, soberana y sutil. No la niegues, se engríe de su raza divina. Desplegando sus alas va rodeando tu frente y te signa en su aura con racimo de lilas. No la olvides, es tu ala, tu lumbre y tu guía. Te eligió entre miles en el siglo sin fe. Te prefiere arrogante, en ternura sublime, en su ola te envuelve y se ajusta a tu piel. Se abandona cautiva en retorno de arcilla cuando en lengua que es tuya desata el cantar. Se yergue estremecida -el rostro esplendoroso- al contemplarte absorta en arrebato astral. |
Marta de Arévalo
De "La madre de los siglos"
Poemario escrito en 1981
Editado en junio 2009
Ir a índice de ensayo |
Ir a índice de Marta de Arévalo |
Ir a página inicio |
Ir a mapa del sitio |