Breve noticia sobre La luz en que vivo
Marta de Arévalo

Este  poemario fue escrito en etapas.  Momentos de mi vida diferentes en tiempo y circunstancia. Representa  una búsqueda incesante de lo espiritual en medio de los afanes de la existencia.

 

Esperanzas  penas y alegrías se sucedieron en mi vida,  tal como sucede en la vida de cualquier persona. Pero entre  el sereno meditar o el apremio de lo cotidiano, siempre se mantuvo en mi interior profundo,  la extraña sensación de una  nostalgia  innominada  y el afán de aprehender esa Suma del Espíritu que en los poemas llamo  "La Luz".

 

Ya en mi adolescencia, algunos poemas daban fe de esa búsqueda. . Con esta estrofa comienza un poema de aquella época (tenía trece años de edad y escribía sólo para mí):   "Yo tengo un mundo aparte  en algún sitio / un mundo donde lloro y donde río. / Un mundo escondido a ojos extraños. / Otro mundo que es solamente mío." La siguiente  es la estrofa final de un breve poema de por  los mismos tiempos " Por el sendero aromado /  mi alma, enigmática y sola / contaba tristes recuerdos / a las flores y a las hojas." (inédito)  Y aún otro poema comienza diciendo: "Yo soy la eterna peregrina de mi senda / la que incesantemente / recorre los caminos del ensueño..." (inédito)

 

Los poemas de " La Sed", poemario que apareció en el cuaderno del grupo de los 9: Mirar lo que está lejos, 1998, fueron  escritos unos años después, bajo el significativo título  "La búsqueda ciega", posteriormente  reformados (antes de 1970) como prosas poéticas bajo el lema "Hablando con el Gran Lucero". Hacia 1990 los volví a  trabajar, aunque doy fe de que si he retocado su estructura  y algunas (sólo algunas) pautas de lenguaje, en lo esencial, el contenido, la idea primordial y la unción del mensaje, son los mismos de aquel tiempo. Tal vez con más tiempo sobre mí, ayudada por oficio y experiencia vital. De ellos destaco "En el alba indescifrable / de una era arcana / he bebido de la gota de rocío / que tu nectario de ternura / destilaba". (“Como estrella”, Pág.14).  Y también:   "De mirar sin verte / tengo los ojos de plata.  /  Y de llamarte en silencio tengo /  la boca como un arco tenso  del que no salen las palabras" (“Ansias”, igual página) Tomé estos fragmentos porque, al igual que los anteriores, exactamente así, fueron escritos en su primera versión. 

 

Podría seguir ejemplarizando  con otros tiempos y poemas, pero esta nota,  sólo quiere ilustrar la razón de haber compuesto "La luz en que vivo" en tres partes, que apuntando hacia el mismo fin, son diversas en estilo, y especialmente diversas en la actitud del hablante. Es que el encuentro del espíritu, el intelecto y la inspiración, es siempre diferente, instante único, en cada etapa  especial de nuestra vida.

 

Y porque  así es  como se cumple la evolución humana. Paso a paso, sin pausa y sin  prisa, sin que la propia persona lo advierta hasta el instante en que tomamos conciencia de que ya  somos otra.

 

En el poeta en particular, -ser extraño, forastero de todas las realidades comunes, aunque no ausente de la sociedad-, los cambios de su Yo, son permanentemente chequeados por ese doble que vive en su interior y más allá de su mismo entendimiento, pero que es su razón de ser. De allí, el poema.

 

Y la evolución natural que trae el tiempo, también nos descubre, si sabemos ahondar  en nosotros, el bien de la experiencia  y ¿porqué no? de la sabiduría. Aquel saber esencial de los antiguos, que no es otra cosa que el arte de convivir con  nosotros mismos, en soledad positiva y en silencio sagrado.

 

Expreso, pues, que  "La Luz en que vivo " es  un libro compuesto. Así lo he imaginado siempre. Podría llamarse un compendio de la vida de un alma (la mía) a través del tiempo. Hace mucho  que deseaba publicarlo, tal como ahora lo presento. Quizás el destino que nunca es casual, haya dispuesto este vértice de tiempo, lugar y circunstancia para ello.                                                                                             

Marta de Arévalo

Montevideo, febrero 2 del año 2000

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