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Es ahora la hora de escribir.
¿He de expresar mi yo?
Si se me antoja, sí.
No importa
si el crítico dice que:
la última vez que la crítica
elogió libro mío
vendí como tres ejemplares.
¿Habré de labrar
funcionales panfletos políticos?
Si se me antojara,
pues claro.
Dicen los críticos
que ya no es de uso
el poema / panfleto
– yo nunca me tragué el verso
de que hubiera diferencia
entre mero panfleto
y artístico poema comprometido –
que no parece poderse
comprobar que la poesía
pueda cumplir en lo inmediato función
social alguna detectable.
¿Qué mayor acto, entonces,
de poesía pura que
escribir panfletos
estando cien por ciento convencido
de su inocuidad?
¿He de jugar con las palabras?
¿He de invitarlas a jugar conmigo?
Lo que se me antoje
– lo que genuinamente se me antoje –
estará soberanamente bien.
La cosa es muy sencilla:
estoy parado al lado del paño,
deposito mis fichas,
con el reconcentrado cálculo imposible
de los que juegan en serio,
veo que la ruleta comienza a girar,
espero ansioso,
pero al mismo tiempo sé
que cuando se cante la bola
y el croupier reparta
para unos ganancias y para otros nada,
desde hará tiempo ya que no estaré
parado junto al paño. |
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