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No avizora el poeta en el horizonte
manera ninguna de redención
ni para sí ni para el triste
conjunto de sus congéneres.
Procede entonces
a encerrarse a solas
con teclado y pantalla
a escribir.
Escribe algunas veces
palabras vacías
a tono con un mundo
vaciado de sentido.
Logra de esta manera
sentirse incluido
– incluido en la nada,
pero incluido al fin.
Otras veces recuerda que sus ancestros
– o él mismo en juventud –
fueron gente de pólvora y proclamas.
Le salen
unos lindos panfletos
con gusto a ingenuo,
con gusto a antiguo,
con gusto a que pena que ya no haya un mundo.
En otros de sus intentos
arma con las palabras
unos mundos ficticios y mejores
que el mundo puerco del que se escapa:
en la ficción salva patria, mundo y especie
para el tiempo en que puedan
volver a ser en la parte del todo
que solemos llamar realidad. |
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