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Yo sabía ya entonces,
cuando aún no queríamos saber
que habían concluido los días de gloria,
que unos tipos ganaban mucha plata
estampando la faz de Guevara
en miles y miles y miles
de camisetas crédulas.
Yo sospechaba ya, yo sospechaba.
Fue por eso que no me sorprendí
cuando muchos de aquellos camiseteros
ciñeron corbata
con los rostros de Curly, Larry y Moe,
que no eran ni el padre ni el hijo ni el espíritu santo.
Parece
que nos resulta más fácil
venerar íconos huecos.
Si se ha procurado a tiempo
que corazón y cabeza
estén ellos también
convenientemente huecos
no deja de sufrirse por el vacío,
pero uno ni se da cuenta. |
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