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En verano,
de noche,
los bichos de luz,
los grillos y las ranas
subrayan,
cada cual a su modo,
el silencio.
Las noches del verano
son las más calurosas y las más cortas
pero también son las noches
en que uno tiene más tiempo
para estarse callado
y ponerse a pensar.
Algo le alumbra y le desata a uno
voces de los adentros acalladas
por los barullos y trajines
del año laboral
(no son de por sí malos trajines y barullos,
que los hay muy gozosos,
pero muy a menudo
los de nuestras labores
carecen de sentido).
En ese oscuro silencio
uno se reencuentra.
Pero entonces terminan las vacaciones
y archivamos el alma
hasta el otro verano. |
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