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I
Para mejor vivir
saber la muerte.
Respeto, no temor, que el miedo mata:
algo así como lo
que cuando niño te enseñaban sobre
tu trato con la mar
los viejos, en la playa.
No te estoy sugiriendo
que le pidas noviazgo a la huesuda
- "fuera locura"
que no la haría yo ni hoy ni mañana,
que la hice apenasmente
en mi trasanteayer adolescente -
pero sí que sepas
que es el suyo el amor
más consecuente y fiel
que te habrá de tocar en la vida
- después del de Dios,
claro.
II
Creer:
andar por Dios acompañado
y en esa compañía
hallar o construirse
gozo, consuelo, abrigo.
Y pues tan ciertamente
uno vive sintiendo eso que siente,
¿qué más pruebas pedir y para qué?
III
Voy al trabajo a pie, de mañanita
- mis médicos me han dado el ultimátum:
o adelgazo o me viene adelantada
esa gran delgadez definitiva -.
Voy caminando
y veo cómo cambian los colores del cielo,
cómo reestrenan
los pájaros el vuelo y el cantar,
cuánto son de hermosísimas las caras
de las muchachas soñolientas, tanto,
que uno se alegra mucho por la dicha
de quien al lado de ellas
hubiese amanecido.
Me crece,
de piel a corazón
y de pecho a garganta,
una alegría que
yo sé bien que es naif, inocentona,
ingenuota y ridícula
pero tiene el valor insuperable
de la mejor verdad.
¡Que bien que hiciste, Dios, las cosas estas!
Y entro al laburo con
cien mil dientes de luz en la sonrisa.
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