Eso del amor al prójimo
son unas bonitas,
consoladoras palabras,
que ponemos en boca del que a veces
casi llegamos a creer
hubo sido el mismo Dios
hecho uno de nosotros.
Claro que
la condición para que esas palabras
nos sirvan de algo sin meternos
en demasiados líos
es asegurarse bien
de no haber entendido ni lo más mínimo
acerca de qué diablos signifiquen.