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Todos y cada uno
lidiamos
con el más grande de los problemas
y lo medimos así
porque es nuestro
y no ajeno.
Allá de tarde en tarde
tenemos la suficiente amplitud de miras
como para ver
que entre la manada / la piara /el cardumen /
el lo que sea humano
avanzan unos cuantos semejantes
– acaso la mayoría –
arqueado el lomo por el peso
de problemas sin duda mayores
que el mayor de los problemas
– ¿ah, cómo, no era? –
que hasta allí creyéramos
le había tocado
a uno mismo.
De cuánta utilidad,
de cuánto alivio
es la contemplación de esos dolores
y más el resultado de compararlos
con la propia desgracia:
uno casi se siente
feliz.
Es con sabiduría
que casi nunca hacemos
nada de importancia
por mitigar la pena de los otros. |
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