Estas lucubraciones solitarias
no son masturbaciones literarias.
Siempre
hasta en los más sociales
y acompañados de mis trajines
hay una parte de mí que se encierra en mí
a pensar y pensar en lo que luego
pudieran ser poemas.
Después,
en casa,
escribo.
Corrijo y corrijo lo escrito
hasta que siento que el poema
está lo bastante bien
como para soltarlo de mi mano
a que camine y se defienda solo.
Suelto el poema a que camine solo
pero no con destino de soledad:
escribo para echar fuera del pecho
lo que sé que no debo dejar dentro
pero escribo también para que se lea.
Suelto el poema a que camine solo
pero con la esperanza de que se tope
con algún prójimo que le preste
por lo menos un poco de atención.
No son masturbaciones literarias
estas lucubraciones solitarias.
(¿Y si lo fueran qué?)
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