Will Shakespeare,
hoy que está en negociante, se dice
"esto es para comer
y también para algunos otros gastos".
Tiene suerte y termina ganando
lo que todavía
no acaba de gastarse.
Dante se dice
"esta catedral de tinta
la erijo para Beatriz
y el mismísimo Dios oficia en ella
(no es blasfemia, no,
Beatriz es la senda que Dios me marcó:
hay que amar al Creador en sus criaturas,
que si no, no es amor el amor)."
James
arrasa Dublín y luego
se dedica a reconstruirla de papel y de tinta
y por eso Dublín
es indestructible.
Truman escribe
que al que tiene talento
Dios le otorga a la vez corona y látigo.
La corona,
para reinar sobre nadie.
El látigo,
para arar surcos hondos
en la propia espalda.
Como está convencido
de tener y merecerse
la mejor corona,
obra coherentemente y a la hora
de mudarse de barrio su equipaje consiste
casi exclusivamente
en un lomo hecho trizas.
Muchas son las maneras y las motivaciones
y los logros y los fracasos
del oficio este,
tan terriblemente solo
pero siempre tan bien acompañado.
Este juancito cualquiera
acaba de escribir
que escribe solo pero en compañía
de insignes compinches de su mismo oficio.
Casi seguramente
lo que escribe no sea por nadie leído.
Casi seguramente
no ha de tocarle ni siquiera el premio
de que alguno se sonría
ante su ingenua vanidad enorme.
Pero no le importa: sabe
que su durísimo trabajo oscuro,
siempre bajo la sombra de los gigantes,
lo convierte en gigante también,
aunque sea un poquito. |