Parada a media tarde en mitad de la puerta de un boliche que había en Piedras y Juan Carlos Gómez, ofrecía lo suyo una puta visiblemente tuerta -prolijo parche cubría su cuenca izquierda. Yo pasaba de prisa en mis labores, siempre a la misma hora, y nunca vi cliente que la quisiera. Hay estados del ánima en que la fe y la desesperación son cara y cruz de la misma delgadísima moneda. He esperado milagros parecidos al que esperaba aquella puta tuerta. |
Juan
de Marsilio
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