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El despertar
en el mismo cuarto
y a la misma hora.
Los desayunos calcados.
El mismo camino al trabajo.
La misma labor de rutina.
Los mismos rutinarios
escapes de la rutina.
La misma gente alrededor
y el gusto a repetido
de las caras nuevas.
Hacia el horizonte,
la progresiva pérdida
de fuerza y habilidad,
la vejez,
la jubilación,
la muerte.
Yo quisiera saber
qué le puede envidiar a esto mío
el náufrago en su isla.
Lo que sí sé con toda claridad
es que le envidio ferozmente
esa capacidad que tiene el tipo
de encontrar envidiable mi existencia. |
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