Este es el estupor dolido del joven
en cuya cabeza no entraba el hecho atroz
de que sus compañeros varones del Partido
miraran con avidez
el traste perfecto de su novia,
llegando al extremo de que uno
se lo manotease
aprovechando el apretujamiento
de una marcha en reclamo de no me acuerdo qué.

Este es el aturdimiento inerme
de ver muy puesto en gerente
-casi dos décadas después-
al "cuadro" que había querido catequizarlo
para revolucionario profesional
pero pronto desistiera
por hallar que el muchacho
era demasiado lírico.

Este es el pasmo de enterarse
que aquella novia de aquellos
años ingenuos y rebeldes
se ha casado con un importador
vinculado al partido de gobierno.

Esta es la madura abdicación
de tanta juvenil zoncera.

Y la reafirmación
-más advertida, sí, más avisada-
de la esperanza y la inocencia aquellas.

Juan de Marsilio
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