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Una vez,
hace tiempo,
estuve por varias semanas
convencido
de la inminencia
de mi deceso.
Luego
no resultó haber tumor
maligno alguno en los intestinos:
era un sanguinolento
cóctel de estrés y hemorroides.
Pero antes de enterarme
- y todavía creyendo que me moría -
escribí unos versos
en que trataba de mostrarme valiente con mis miedos
pero apenas lograba
aparecer ante los ojos de quien me quisiese leer
como ridículo
y autocompasivo.
Mala hubiera sido mi muerte
si hubiese entonces muerto
y esa muertecita de mala muerte
hubiera teñido de pobre color mi historia
- me salvó apenitas el tamaño de mi alegría
cuando me dio el Doctor
la feliz y provisoria noticia
de mi relativamente
buena salud. |
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