Ya luego tomaremos
mate con el buen Dios,
que nos resultará de lo más gaucho
y nos explicará perfectamente
el sentido de todo lo ocurrido.
Hasta entonces nos queda
seguir con este oficio de dar palos de ciego
con la mayor vehemencia
pero a la vez con el mayor cuidado
que nos sea posible
(duro atar esas moscas por los rabos)