Breves canciones para quien se atreva |
I
Esta vida es un asco pero es lo que tenemos, así que debe ser maravillosa, qué remedio.
II
Un mi amigo de grandes aspiraciones – ya gerente de banco a los veintiocho – se arma las rayas de cocaína con su tarjeta de crédito de límite más alto porque haciéndolo así se pone más eufórico, dice. Allá él, su nariz y su tarjeta.
III
Pobre mi amigo el gerente, incapaz de placeres al contado.
IV
Una injusticia histórica y urbana: se cagan las palomas por igual en todas las estatuas y hay como cinco o seis que no se lo merecen.
V
La gloria es una porción (no siempre proporcional al mérito del glorioso) una porción, decíamos, de bronce, mármol o granito expuesta a que la caguen las palomas sin maldad y con toda indiferencia.
VI
Era moneda menuda para caramelos la felicidad – pero yo era un imbécil, como todos los niños.
VII
La estupidez es un crimen que jamás confesamos, que nos obstinamos en negar con la esperanza – muy a menudo certera – de que quien nos interroga sea tanto o más estúpido que nosotros y se trague la mentira.
VIII
Era moneda menuda la felicidad. Ahora me la venden en muchísimas cuitas mensuales, con lo que dicen que son facilidades de pago, y yo me la compro a veces porque me da no sé qué salirme siempre de la manada – y al cabo mi soledad no me hace un ápice más feliz que esa manga de imbéciles.
IX
No que no crea que existe un Paraíso: es que sé por experiencia que los más de nosotros – yo incluïdo, yo el primero, yo el peor – hacemos lo necesario para no ir por Allí nunca jamás, ni de fugaz visita.
X
Es feliz en Dios una amiga mía de lo más religiosa. Es feliz en Dios y en amar a sus prójimos. Yo le tengo pena por su bondad rayana con la estupidez, por la vida de golpes y frustraciones, de la que busca alivio ante el altar. Así me aseguro la excusa perfecta para ni probar ese camino a la felicidad, tan poco de moda por los tiempos que corren.
XI
Todos los días o casi algo importante ocurre en la vida de alguno que muy probablemente ni cuenta se dé.
Todos los días o casi escribo poemas sobre cuestiones de importancia acerca de las que es posible que no entienda yo un corno.
XII
Ser cualquier cosa que uno deba ser es asunto difícil. El deber es incómodo: mejor no tener la más pálida idea de qué sea el deber.
XIII
¿A que no te da para decirle a tu jefe todo lo malo que estás pensando de él desde hace tantos años?
Porque, lo que es a mí, no me da.
Lo que no me impide manifestarte con toda sinceridad que te admiraría profundamente si llegaras a estar lo bastante loco como para decirle a tu jefe todo lo malo que estás pensando de él desde hace tantos años.
XIV
Tenemos una pasmosa capacidad de insignificancia: si aplicáramos a la grandeza todo el esfuerzo que hacemos en aras de la mezquindad, seríamos dioses, en el mejor sentido de la palabra. Pero no lo hacemos – ergo, somos demonios, en el menos rescatable sentido de la palabra.
XV
…y los que tiran la primera piedra es porque no están libres de pecado. Además, como suelen ser hábiles para esconder la mano, si llega la policía a calmar el tumulto y lleva presos a algunos, para que luego no digan que aquí nadie pone orden, los que la quedan casi nunca son los que tiraron la primera piedra.
XVI
Lo anterior no excusa a los que tiramos las siguientes piedras.
XVII
porque un a cosa es el amor al prójimo y otra la estupidez y cualquiera sabe que amor al prójimo, sí, pero estupidez, tampoco.
XVIII
Hay que poner especial esmero en el lavado de las manos. Una actitud de higiénica prescindencia ayuda a que las culpas sean siempre de los otros, con lo que uno se evita – o al menos atenúa – complicados trastornos digestivos.
XIX
Tragar cierta dosis de mierda algunas veces cura de la miseria material.
Si se negocia bien el precio a cobrar por el trago fecal puede uno quedar próspero por el resto de la vida.
Lo que mata es el regusto, tan persistente.
XX
Para quien se atreva nada menos que el cielo.
Para quien se atreva – pero para mal – el profundo infierno.
Para quien se atreva a rectificarse aunque sea in extremis (siempre que vaya en serio) el purgatorio y luego el paraíso.
Para quien no se atreva… pues gente más sabia que yo me ha recomendado, si me topo con seres de esa laya, mirarlos y seguir. |
Breves canciones para quien se atreva
Juan de Marsilio
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